¿Deseaba usted leer una novela de esas que mantienen al máximo la emoción? Pues aquí la tiene. “La vida no es sino una sucesión interminable de decisiones imposibles”, expresa Jorge Alberto Gudiño en su novela más reciente, Yo soy el otoño, publicada por Alfaguara del grupo Penguin Random House, en México en febrero de 2025. ¿Y saben por qué lo dice? Porque sus personajes viven al límite. Elvira, Santos, doña Bertha, Tito, el Señor, Galindo, Kosaya, y sobre todo Macarena y Juriel, cuyos límites son más frágiles y sumamente peligrosos. Esa gente juega a vivir, y hacerlo implica justamente tomar decisiones imposibles. Ya lo percibirán.
La historia transcurre en un lugar conocido como la Barranca, aunque tiene nombre de santa. Las personas que habitan el lugar, un pequeño barrio de viviendas apeñuscadas, son muy pobres y los jóvenes se dedican al narcomenudeo o al sicariato. No abrigan esperanzas de mejorar porque constantemente alguien muere. Desde el principio de Yo soy el otoño queda claro el escabroso universo en que se desarrolla esta novela. Santos y Juriel escapan por los pelos de un ataque en el que matan a sus compañeros Tito, el Racemo y Eusebio. Tito y Santos son hermanos. Doña Bertha, la madre de ellos, le pide a Santos que se vengue. Eso implica a Juriel, a quien conoceremos de cerca, porque él tiene sus propios motivos para seguir en el lugar, a pesar de que no es el sitio donde le gustaría estar siempre. Dicen que la venganza es un plato que se come frío, pero aquí está realmente congelado. Juriel está enamorado de Macarena, pero ella es la chica de Tito, ¿saben qué hace la chica cuando matan a Tito? Una joven que le gusta bailar pero que el color de su alma no es blanco.
Santos necesita tratar con el Señor para llevar a cabo su venganza, “no existe peor virulencia que la generada por la ilusión”, y Juriel ha aplazado un encuentro con el jefe máximo, que sospecha tuvo que ver con la muerte de su padre, de quien tiene magníficos recuerdos, un hombre abandonado por su esposa, que deseaba que su hijo fuera a la escuela y estudiara una profesión, pero lo mataron. Y Juriel conoció a Macarena en la escuela. Dicen que recordar es vivir, pero revivir algunos recuerdos puede traer revelaciones y definiciones inesperadas. “No todos los pasados son memoria”, señala el autor, y tiene razón. Juriel vive solo, pero su calle no es territorio seguro, de manera que cada movimiento que realiza es en alerta máxima.

¿Cómo consigue Jorge Alberto Gudiño mantenernos en vilo? Como escribió Sabines, “Yo no lo sé de cierto, pero supongo…” que cuidó al extremo cada palabra, cada frase, cada capítulo. Porque se siente una unidad muy potente y un ritmo sostenido que mantiene la emoción creciendo hasta crear una sensación que nos atrapa por completo, también es querer saber que ocurre en la siguiente página, pretender sentir el desgarramiento de unos personajes a quienes no les importa que llegue el nuevo día. O la nueva noche. Es una novela completamente emocional, desde la primera frase, “Los mataron a todos”, hasta la última atmósfera donde usted se convierte en testigo de un punto final que es una nota muy larga, de una canción que habla de una pareja que sufre porque no lo merece, una pareja que no sabe que “cuando se abandonan las esperanzas, se puede comenzar a ser feliz”. Un colofón para que usted reflexione en dónde colocar su ciudad, o el barrio donde vive. ¡Felicidades a las madres lectoras!