Como lectores tenemos la posibilidad de elegir: este acto es un desafío que implica decidir con la posibilidad de hacerlo de manera errónea, y que aquella obra lejos de que nos extraiga de la realidad termine por dejaros en un tiempo conflictivo y caótico como el nuestro, donde parece que todo será peor cada día. Pero, si una obra logra llevarnos a otro cronotopo debemos de estar más que agradecidos.

Me ha sucedido que he tomado una elección correcta al leer Especies tan lejanas (Sexto Piso, 2023) de Nayeli García Sánchez, una novela quijotesca. La autora juega con los lectores al anunciar que el personaje principal es su homónimo. Aparece el primer conflicto y nos cuestionamos: ¿es autoficción? La duda se mantiene hasta el final, ya que, por lo menos, la profesión parecen no compartirla, ¿y la historia narrada? Es ahí donde la novela rompe con la normalidad y entra al territorio del Quijote: el lector al leer busca encontrar esa primera interrogante, ya sea por morbo o encontrar la trama de la historia. El gran acierto es que la respuesta es una no respuesta: la autora le deja al lector la posibilidad de creer lo que le sea más convincente, entonces el lector se convierte en autor. Asume, así, el nombre de Nayeli. Somos lectores-autores de Especies tan lejanas.

Sucede que entramos a un mundo que va de prisa, hay vertiginosidad en la narración que no permite se deje de leer. La novela se une a la tradición de los hijos de Pedro Páramo: la búsqueda del padre ausente. ¿Dónde está? ¿Quién es? ¿De qué murió? Se le busca al padre ausente, al hombre sin vida para que el hijo abandonado encuentre algo. Para intentar cerrar la herida abierta, esa que recuerda que somos producto del abandono, por ello la desconfianza al otro, a que se vaya y nos vuelva a dejar. Ese tiempo de búsqueda se entrelaza con tiempos que van y vienen. Porque aunque en el primer capítulo la autora nos ha contado todo, ello no quita que al regresar al pasado, que ya conocíamos, se convierta en novedad y atrape por completo nuestra atención.

La novela seduce por la historia que narra y también por el manejo del lenguaje y el diálogo constante que se crea entre la vida de las arañas y los humanos: “Somos una parte tan pequeña en el árbol filogenético que extender las prácticas maternales a especies tan lejanas de nuestro tipo como los artrópodos nos daría una idea mucho más cabal de lo que significa ser madre.”

Especies tan lejanas nos permite observar el mundo animal que pasa desapercibido ante nuestros ojos, a pesar de que lo vemos todos los días. La novela nos recuerda que el lenguaje no solo es la posibilidad del preservar la memoria sino también de mirar donde nunca lo hemos hecho. Es entonces, un libro que nos da gafas para observar el micromundo de las arañas y de la provincia, del abandono del padre y el padecimiento de la madre, de la relación compleja de los novios y de las familias lejanas que se acercan a nosotros a través de los rasgos genéticos que el abandono no logra borrar.

Nayeli García Sánchez ha creado una obra breve y de gran calidad. Su capacidad con la que maneja el lenguaje permite que nos traslademos al mundo de los arácnidos, que recordemos ese rechazo o agrado que llegamos a sentir: quizá, el primero que forma parte de nuestra niñez, nos mira escondido, percibe nuestros movimientos y por más pequeño que sea nos controla: por eso el miedo y la necesidad, frecuente, de terminar con ellos.

Hasta aquí Monstruos y Máscaras…

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