Me gusta leer historias de familia. Es como si nos abrieran la puerta de una vida o de muchas vidas. En este caso, como si Silvia Molina nos estrechara las manos y nos ofreciera su sonrisa amistosa y comprensiva, porque lo que cuenta aquí es la historia de alguien que tuvo muy cerca de niña y que jamás salió de su memoria, y este libro, El tío Rafael o la huida del peregrino, publicada por Bonilla Artigas editores en México en 2024, es, además de una investigación, un ramillete de recuerdos atados por el cariño que le tiene al tío Rafael Sánchez de Ocaña, un hombre que vivió la España del fulgor cultural y de su caída en el fascismo, lo mismo que el México tan beneficiado por los refugiados españoles en tantos aspectos, que van de la academia a lo culinario, pasando por las artes, la industria y el periodismo.

Silvia Molina, que nació en la Ciudad de México en 1946, es una narradora que conoce y utiliza los recursos contemporáneos de la narrativa del mundo. Cuenta, crea espacios irrepetibles como los matizados por los sueños y el ruido. Las voces en el Ateneo en Madrid, los cafés de París, los reclamos del padre de Rafael Sánchez de Ocaña, los mítines callejeros, las redacciones de los periódicos donde trabajó, la propia autora recitando romances para el tío que convertía el mundo en su sonrisa. La narradora es una niña cuando conoce a Rafael, casado con su tía Refugio, hermana de su madre. Le agrada el tío, los acertijos a que la somete, aunque más de una vez confiesa que el consentido es su hermano menor. Pero la niña no se arredra. Quizá percibe que su futuro de escritora requiere de esta presencia diferente en su familia. Desde luego que, cuando decide investigar para escribir esta novela, cuando lo cuenta, deja entrever que está pagando una deuda de las que no se pagan. ¿Qué hay alrededor de este personaje que lo vuelve tan interesante? La mejor opinión será la suya, solo señalaré los nombres que la integrante de la Academia Mexicana de la Lengua y del Seminario de Cultura Mexicana comparte como importantes en la vida de este peregrino de principios de siglo XX.

José Ortega y Gasset, María Zambrano, Gregorio Marañón, Salvador de Madariaga, Gabriel Miró, Juan Ramón Jiménez, Clara Campoamor, Miguel de Unamuno, Ramón del Valle Inclán, Antonio Machado, Enrique Diez-Canedo, León Felipe, Alfonso Reyes, Andrés Henestrosa. De Chagal, Modigliani, Man Ray y muchos, pero muchos más. Silvia nos retrata un personaje muy sociable con pertenencia a la clase que generaba la modernidad en su época. Pensaba como grande, “aunque se llegue a París por primera vez, no parece que se le descubre, sino que se le recobra.” Si usted no ha experimentado esto, tiene que volver y comprobar si Sánchez de Ocaña tenía razón; lo mismo cuando dice, “si la servilleta es pequeña, todo lo demás será así.” En alguna página encontrarán lo que piensa del pan. Ya veremos si están de acuerdo, y quizás puedan responder la pregunta, ¿hay libros en el infierno?”

También Silvia Molina comparte una serie de fotografías de diversas épocas con el tío Rafael rodeado de personas, algunas que no identificó. Hay llamas en nuestro país; antes de que arda por completo y nos movilicemos para apagarlo, les invito a leer El tío Rafael o la huida del peregrino. ¿A dónde huyó? Ya lo descubrirán y no podrán evitar una sonrisa. Si se animan a decir salud, seguro será con Rafael Sánchez de Ocaña y su entrópica vida. ¡Abrazos!

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