Con las recientes reformas constitucionales para prohibir la siembra de maíz transgénico, México aún está a tiempo de revertir la entrada de organismos genéticamente modificados, consideró el académico y activista ambiental, Raymundo Espinoza Hernández.
“Me parece que es oportuna la medida porque todavía podemos hacer mucho para evitar que suceda y lo más importante es fortalecer la soberanía alimentaria de nuestro país”, expresó el abogado que venció en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) al gigante Monsanto por la siembra de soya genéticamente modificada.
El ambientalista, quien ha encabezado luchas en distintos estados del país, entre ellos Veracruz, Puebla, Yucatán, recordó que los intentos por detener la invasión transgénica para defender el maíz nativo, sólo se había llevado a cabo con batallas particulares y en algunas entidades.
“Es cierto que México se ha visto afectado por la entrada del maíz transgénico proveniente de Estados Unidos y que de manera irregular se ha ido regando por el territorio nacional durante todo este siglo, pero se ha enfrentado a la conciencia y resistencia de comunidades indígenas, científicos, académicos y recientemente de autoridades mexicanas”, expuso el actual aspirante a magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
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El abogado de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales (ANAA), donde llevó más de 300 casos de víctimas de la devastación ambiental por parte empresas depredadoras o megaproyectos, destacó que gracias a esas resistencias y amparos otorgados por jueces, se ha logrado que no haya efectos tan devastadores y críticos por estos organismos genéticamente modificados.
Sin embargo, reconoció que ello no ha impedido que miles de mexicanos consuman maíz genéticamente modificado y puso como ejemplo dos estudios científicos, el primero de ellos del 2001 donde se detectó presencia de transgénicos en cultivos del estado de Oaxaca.
Y el segundo del 2018, donde se encontró que el 90 por ciento de las tortillas que se consumían en la Ciudad de México tenía trazas de transgenes y el 60 por ciento de esas tortillas contenían residuos de glifosato, un herbicida altamente contaminante.
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“Todos los días los mexicanos ya estamos consumiendo productos con transgénicos, pero hay que sumarle todos aquellos productos ultra procesados que se venden en todos los mercados (…) la situación es seria, pero aún podemos revertirla”.
Ahora México, dijo, tiene una gran oportunidad, a través de fortalecer el campo mexicano, impulsar la producción nacional libre de transgénicos y, sobre todo, contrarrestar las importaciones de transgénicos de Estados Unidos y la contaminación que implica el maíz nativo.
“El gran tema es el asunto de lo que importamos, porque si bien México es autosuficiente en cuanto al consumo directo de maíz, sí importa maíz transgénico de Estados Unidos para forraje para el consumo animal y para procesos industriales”, dijo.
En ese sentido, destacó que en la próxima renegociación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá es necesario defender la soberanía alimentaria, el derecho a la alimentación y a un ambiente sano, así como el derecho de los consumidores y el derecho a la salud.
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