Aunque Jacques Audiard nació y creció entre guiones cinematográficos, realmente comenzó a interesarse por el cine casi al final de su adolescencia.
Mientras era niño, su papá, el realizador Michel Audiard, escribió historias como “Les grandes families” y “Cent mille dollars au soleil” que fueron protagonizadas por los íconos de la actuación francesa Jean Gabin y Jean Paul Belmondo.
Pero, y precisamente por lo popular que era su padre, también conoció el lado malo de ello, pues cineastas de la 'Nouvelle Vague' como Jean Luc Godard, Agnés Varda y Claude Chabrol, lo consideraban viejo y poco propositivo.
Así que la relación con su padre, sobre todo, era por sus gustos literarios, antes que el cine. De hecho Jacques estudió literatura y letras.
“Gran parte de mi infancia la pasé en internados, o sea, en la cárcel prácticamente, y cuando salía de ese ‘internado-cárcel’ estaba en París. París era un lugar donde podías ver en un fin de semana 10 películas entre la cinemateca y otros lugares. El amor por el cine diría que me pasó a los 15 o 16 años”, contó en una entrevista a la revista “Rolling Stone, en español”.
Es amante del cine mudo en blanco y negro (idolatra a Fritz Lang), pero también reconoce que fue influenciado por las películas de Martin Scorsese (“Toro salvaje”) y Brian de Palma (“Carrie”), más el japonés Akira Kurosawa.
Así que teniendo tantas películas en su entorno desde su infancia, llegó el momento en que quiso dirigir. Y con la idea de que sus películas retrataran una realidad dolorosa, pero por otro lado luminosa, aunque al final no siempre lo sea.
Su ópera prima “Sur mes lévres”, con Vincent Cassel en el papel de ex convicto, muestra a una joven casi sorda y que lee labios, trata de ayudar a ese hombre que acaba de conocer, sin saber las consecuencias de ello.
“De battre mon coeur s'est arrêté”, su segundo largometraje, fue galardonada por el BAFTA a Mejor película de nabla no inglesa al cautivar con la historia de un joven que debe elegir entre ser como el matón de su padre o buscar ser pianista, su verdadera pasión.
“Un profeta” sería un antes y un después de su carrera. Y no porque fuera nominada al Oscar en la entonces categoría de Lengua Extranjera o por sus triunfos en Cannes y el BAFTA, sino porque comenzó a retratar personajes no franceses.
La decisión, dijo en su momento, fue porque dejó de ver en el cine local historias donde se viera retratado. Ya no le decía nada. Y tampoco mostraban la crudeza de la realidad, por lo que quiso alejarse un poco de eso y también por qué no, experimentan con idiomas que no conocía, algo que consolidaría en “Dheepan” (2015), acerca de un hombre de Sri Lanka, hablada en inglés y tamil.
“Cuando trabajo en francés, no estoy tan atento a la musicalidad del idioma, pero en otros lenguajes, sí. Eso me permite crear desde otro lugar”, ha dicho.
“Emilia Pérez”, que ahora lo tiene a las puertas del Oscar, surgió de un personaje de la novela “Écoute”, en cuya trama apenas y se menciona la existencia de un capo mexicano que desea cambiar de sexo. Tras leerlo, pensó que sería una buena idea para una película. Y lo fue, porque pese a las críticas en México, ha podido recoger los premios de Mejor Película Europea en los Goya de España y de Lengua No Inglesa, en los BAFTA y en los Critics Choice Awards.
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