El verismo es la versión narrativa del naturalismo francés, adaptada a las condiciones de marginación y pobreza de la sociedad italiana de finales del siglo XIX. Sus propósitos incluían la transcripción, mediante la recuperación del lenguaje coloquial, de los conflictos sociales de los personajes atrapados en un círculo de miseria del cual no podían escapar.
En este periodo destaca el escritor Federigo Tozzi (1883-1920), autor de la novela Con los ojos cerrados (publicada en 1919 y traducida al castellano por Rodrigo Jardón Herrera para la edición del CCH, en 2024). Se trata de una obra maestra que, sin embargo, requiere del lector un cierto grado de experiencia y paciencia para seguir la trama de una historia que ocurre en la mente de Pietro, el joven personaje principal, cuyas divagaciones, dudas, angustias, debilidades y escepticismos lo ubican en la categoría de antihéroe, capaz de contagiarnos con sus indefiniciones y defectos.
Pietro es el hijo único de Domenico y Anna. El padre es un hombre rudo y golpeador, orgulloso de haber superado la pobreza mediante el trabajo; es dueño de una fonda y una finca, donde explota por igual a cocineros, meseros y campesinos. La madre, Anna, es una mujer sometida a la voluntad del marido: sumisa, callada y servicial. Entre estas dos polaridades deambula Pietro, incapaz de sentir afecto por sus progenitores, a quienes parece observar a través de una cortina de niebla.
En el centro del conflicto novelesco aparece la relación “amorosa” de Pietro con Ghisola, una joven campesina ajena a los vericuetos del pensamiento, dotada de una belleza y un sentido práctico de la vida que la lleva a recorrer el mundo. Sin poder detenerse, acaba en una casa de citas. Los ideales de Pietro, impregnados de una moral ramplona y pedagógica, contrastan con la brutalidad de la última escena, que recuerda el final desengañado de Madame Bovary.
El ritmo del relato está supeditado a las reflexiones de Pietro y a las intervenciones del narrador omnisciente, quien nos orienta con sus comentarios sobre la maldad intrínseca de los personajes y su incapacidad para huir de los callejones retorcidos de la realidad en la que viven. Los campesinos, los parroquianos de la fonda, los mendigos que forman legión frente a las instituciones de caridad pública, no parecen tener conciencia de su condición humana.
El mismo Pietro es un fracasado en sus estudios formales. Lo expulsan del seminario por falta de compromiso y nunca concluye sus estudios técnicos; dice que lee, pero no parece encontrar sentido en los libros. Profesa un socialismo “intelectual” sin vínculo con algún programa de lucha, porque lo que más disfruta es estar en su cama “con los ojos cerrados”, para negar, entre las sombras, la luz agresiva de la realidad.
Con los ojos cerrados conlleva una buena ración biográfica del autor; en varios aspectos, Pietro es su alter ego. Sus vagabundeos por Siena y Florencia, sus amoríos frustrados y sus aficiones son compartidos. Federigo Tozzi fue lector de Freud, William James y Pierre Janet, de quienes aprendió a calibrar las patologías psíquicas. Además, comparte con Dostoievski, Nietzsche, Kafka y Musil la convicción del desamparo del hombre y la mujer ante una sociedad adversa y agresiva, lo cual lo proyecta como un precursor del existencialismo. De esta manera, Pietro es el antepasado directo de Meursault, personaje principal de El extranjero.