Acapulco.— El , categoría cinco, que hace casi dos años destrozó la ciudad, al parecer dejó una lección entre los acapulqueños.

Todo el día de ayer miércoles fue de preparativos para recibir al huracán Erick que, según las autoridades, debido a que está presentando una rápida intensificación podría impactar en categoría cuatro durante la madrugada de este jueves.

El puerto de en su totalidad se movió entorno al arribo del huracán Erick. La cotidianidad se rompió y volcó a los preparativos. De hecho, comenzó una noche antes.

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Todas las tiendas de autoservicio se abarrotaron: decenas y decenas de acapulqueños salieron a comprar víveres como agua, huevo, arroz, frijol, papel higiénico, jabón. Hicieron filas de hasta más de una hora. Lo mismo pasó en las gasolinerías, los automovilistas las abarrotaron para llenar sus tanques. Este miércoles, las tiendas amanecieron con desabasto, en muchas los anaqueles de huevo, aceite, arroz y verdura estaban vacíos. En las gasolinerías todo se vio normal, eran las filas habituales.

Todos se prepararon, pero no sólo eso, esta anticipación puede que haya desactivado la rapiña generalizada que se vivió después del paso de Otis, cuando las tiendas fueran saqueadas por turbas imparables. Ahora, parece que las autoridades también aprendieron la lección: desde ayer en la noche la mayoría de las tiendas estaban resguardadas por policías estatales y soldados de la Guardia Nacional.

En la Costera Miguel Alemán a simple vista todo se ve normal, pero no. Los restaurantes comenzaron a cerrar a la una de la tarde, a esa hora los trabajadores levantaban sillas, mesas, manteles, pero también desmontaron bocinas y televisores. Unos nada más bajaron sus cortinas, en cambio otros vaciaron sus locales y en camionetas de mudanza se llevaron parte del inmobiliario.

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Los trabajadores cerraron, eso sí, con la incertidumbre de cuándo volverán a abrir: “La indicación es que cerremos, que mañana [jueves] no se va a abrir y hasta nuevo aviso”, dice un mesero de uno de los muchos restaurantes que apenas están resurgiendo tras el paso de Otis y John.

La recuperación tras estos huracanes ha sido complicada, lenta y ha costado muchos empleos. Esa incertidumbre la conocen bien los trabajadores aquí.

En las tiendas departamentales y de autoservicio trabajaron rápido para tapar todos los cristales posibles con láminas de triplay.

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En la Costera el tráfico fue fluido, no hubo tantos carros como es habitual. Casi todos los comercios fueron cerrados a las tres de la tarde.

Las autoridades, como no lo hicieron con Otis, ahora llamaron reiteradamente a que todos se resguarden en lugares seguros o que desalojen sus casas y se trasladen a refugios.

Además, se ordenó suspender el servicio del transporte público a las ocho de la noche. En un comunicado, el gobierno de Guerrero llamó a los transportistas a guardar sus unidades para evitar riesgos para ellos y sus pasajeros.

A las 6 de la tarde, en Acapulco el Sol aún brillaba, el oleaje del mar era tranquilo. No obstante, nadie se atrevió a arriesgar sus embarcaciones. A esa hora los pescadores luchaban por ponerlas en la arena. En playa Manzanillo, el viejo astillero se convirtió en un estacionamiento de lanchas. Los dueños no quieren dejarlas en el mar porque Otis ya les enseñó qué puede ocurrir. Tampoco se quedarán a cuidarlas los marineros como lo hicieron hace casi dos años.

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