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Karime Esquiliano permanece recostada sobre la cama, en un cuarto blanco con toques tenues de palo de rosa en las colchas y alguno que otro verde, por algunas plantas que dan vida a la pequeña habitación de 3x3 m.
“¿Puedo tocar?, ¿quieres escuchar los latidos?”, Kay Cisneros, partera y confundadora de Morada Violeta, se dirige a Karime, brindándole una atención completamente distinta a la que pudo haber recibido en un hospital debido a la violencia obstétrica, ginecológica y sexual, que a veces se vive en centros de salud.
“Acá las parteras me tratan de manera digna, empática y respetuosa. Siempre tienen una escucha activa hacia mí. No se quedan sólo en la parte física o corporal sino que me preguntan por mi salud emocional y mental, todo para dar un diagnóstico integral”, dice Karime, mientras la partera le acerca el estetoscopio para que pueda escuchar de su vientre los latidos de su bebé.