
En Cancún se vivió la guerra. Pero no entre jugadores sino entre promotores. Cómo lo habían previsto, ahora que no hay Draft, los jugadores brillaron por su ausencia, no así los agentes que estaban a la caza de que un directivo se descuidara para ir tras él y ofrecerle a sus futbolistas.
Así se veía a Eduardo Hernández esperando que Mario Ordiales dejara a los de Querétaro, donde tiene manga ancha ya que su hermano Jaime es dirigente de Gallos ; por el otro lado aparecía Gerardo Olvera acercándose a los de Atlas, mientras Enrique Nieto platicaba con gente de América y más allá Matías Bunge trataba de convencer a los de Pachuca para soltar a Víctor Guzmán.
El que se mantuvo bien escondidito fue Christian Bragarnik , el misterioso promotor que se logró colar como dirigente de Tijuana, y tuvo acceso libre.
Eran los que más corrían, los que más peleaban por la atención de los directivos en el no Draft. Ellos si vivieron una auténtica guerra.
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