Por más que se intente, la Ciudad de México es inasible. Abarcar sus vastos rincones resulta una tarea infructuosa e innecesaria. Lo seductor de esta urbe es, precisamente, la riqueza en su oferta de lugares, pues son éstos los que la vuelven aún más atractiva.

Bien apuntaba Ixca Cienfuegos en la celebérrima “La región más transparente” de Carlos Fuentes: “(...) ciudad presencia de todos nuestros olvidos, ciudad de acantilados carnívoros, ciudad dolor inmóvil, ciudad de la brevedad inmensa, (...) ciudad tejida en la amnesia, resurrección de infancias, encarnación de pluma, ciudad perro, ciudad famélica, suntuosa villa, ciudad lepra y cólera, hundida ciudad. Tuna incandescente. Águila sin alas. Serpiente de estrellas. Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer”.

Una misma ciudad, diferentes visiones y maneras de interpretarla, y, ciertamente, de conocerla.

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Una librería de barrio para descubrir

Librería de barrio El Gato Lector. Foto: Paola Reyes/EL UNIVERSAL
Librería de barrio El Gato Lector. Foto: Paola Reyes/EL UNIVERSAL

Ante las diversas propuestas de espacios en la CDMX, particularmente en materia cultural, la librería de barrio El Gato Lector, ubicada en el número 15 de la calle Venecia, en la colonia San Álvaro, de la alcaldía Azcapotzalco, se propone ser un sitio ameno y acogedor tanto para lectores potenciales como para los más avezados.

El emprendimiento vio la luz en el 2020, primero, como círculo de lectura. María Teresa Morales Martínez, dueña y gestora de El Gato Lector, contó que, tras un hiatus debido a la pandemia de Covid-19, en 2022, escaló su pasión por la lectura y decidió lanzarse como librera.

“Primero comencé vendiéndolos desde casa, pero no era tan atractivo. Después se me ocurrió tener un triciclo”.

“Un día, alguien me dijo: ‘ahora tú vas en las calles con los libros como Toledo en Oaxaca’. Me puse a buscar imágenes y el triciclo de Toledo también era rojo. Entonces le dije a mi triciclo: ‘te vas a llamar Toledo, porque estás haciendo la misma función’”, decidió.

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María también relató que, a causa del impacto y la presencia que había ganado El Gato Lector, las necesidades de la librería requerían de un espacio físico. Por lo que, para su maravilla, en una de esas operaciones súbitas en que se presenta el azar, logró asentarse en el local que tanto ansiaba, luego de estar a punto de ser rentado por otra persona.

Los retos de gestionar y administrar una librería

Librería de barrio El Gato Lector. Foto: Paola Reyes/EL UNIVERSAL
Librería de barrio El Gato Lector. Foto: Paola Reyes/EL UNIVERSAL

Dentro de los retos que ha sorteado, se encuentra el alto costo de los libros: dar con títulos atractivos, clásicos o de novedad, y brindarlos a bajos precios.

La librera considera que su labor es encaminar al lector hacia el libro que le aguarda. “Los libreros no somos otra cosa que los mensajeros de los libros. Tú ves a la gente atravesar la puerta de la librería, buscando algo, pero muchas veces no saben qué. Es ahí cuando entra el librero, sondea y los enfila. Nuestra labor es ser mensajeros de los libros y enamorar a los lectores de alguna historia para que se vayan complacidos”.

Aunado a ello, opina que parte de su tarea es formar y mantener comunidades, al igual que llegar a cualquier audiencia sin distinción, puesto que está convencida de que, a través de la lectura y la escritura, se pueden hacer grandes transformaciones. Aunque, quizás, no en un ámbito global, sino más bien local, lo cual ya implica un cambio por sí mismo, indicó.

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“Una bonita revelación que tuve recientemente fue que gran parte de nuestra oferta son autoras. Me gusta que haya más mujeres porque así estás haciendo un cambio, a diferencia de hace años”.

Círculos de lectura frente a la insensibilización y la inmediatez

Librería de barrio El Gato Lector. Foto: Paola Reyes/EL UNIVERSAL
Librería de barrio El Gato Lector. Foto: Paola Reyes/EL UNIVERSAL

En relación con los círculos de lectura que organiza, María reparó en que, como parte de sus beneficios, estos espacios provocan que sus participantes hablen sobre sus historias de vida.

“Conectamos con la historia del libro y, paralelamente, con los demás. Tener el libro de pretexto para compartir algo que viviste, leíste, que te guste o no o te esté incomodando del libro, eso es lo más importante de las dinámicas”, afirmó.

“Así es como hemos podido tener acceso a libros desde clásicos, como ‘Frankenstein’, hasta ensayos como ‘El varón domado’ de Esther Vilar. Eso nos abre la oportunidad de tener contacto con muchos géneros. No sólo al que normalmente el lector está acostumbrado”, añadió.

Con la proliferación de las innovaciones tecnológicas y nuestro contacto, si no es que dependencia, con los dispositivos móviles, atravesamos un momento de mucha insensibilización, sostuvo la librera. A esto se suma la inmediatez, con la cual, si algo no te gusta, lo olvidas.

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“Precisamente, tener círculos de lectura presenciales o virtuales sirve para desconectarse de la modernidad y volver a la parte tan humana de hablar, comunicar, expresar o, incluso, contraponer lo que se está leyendo con ideas propias y cuestionarse”.

Oferta para todo tipo de lectores

A El Gato Literato, arriba en su mayoría gente jubilada que quiere retomar, más que el famoso “hábito de la lectura”, el placer de leer, en tanto que ahora cuentan con tiempo suficiente. Pero también acuden maestros, jóvenes, niños, conocedores; así como personas en busca no sólo de lecturas motivadoras, sino de textos para compartir.

En vista de eso, María cree firmemente que “el papel de las librerías, libreros, mediadores y todas esas personas que están cerca de los libros tenemos una función disruptiva. Leer es resistir, y, quien vive de esto como yo, está en la resistencia”, sentenció.

Talleres, cuentacuentos, círculos de lectura y más

Librería de barrio El Gato Lector. Foto: Paola Reyes/EL UNIVERSAL
Librería de barrio El Gato Lector. Foto: Paola Reyes/EL UNIVERSAL

Aparte de su rico y variado catálogo, esta librería de barrio cuenta, asimismo, con talleres de creación literaria enfocados al cuento; de análisis, difusión y escritura creativa a partir de relatos de mujeres que cultivaron el género del terror. Desde Mary Shelly hasta Mariana Enríquez, María Fernanda Ampuero o Mónica Ojeda.

Adicionalmente, tienen en puerta un taller de fanzine y otro de análisis y guion cinematográfico.

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