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Marcos González Díaz
Corresponsal de BBC News Mundo en México
El brutal asesinato este jueves de Hipólito Mora, quien fue uno de los fundadores de las autodefensas del estado mexicano de Michoacán hace una década, volvió a atraer la atención sobre estos grupos civiles que nacieron para enfrentar al crimen organizado.
Formados originalmente por ciudadanos que tomaron las armas hartos de la inacción de las autoridades ante los tentáculos de los carteles en el oeste de México, la imagen de estos grupos acabó empañada después de comprobarse cómo muchos de ellos estaban infiltrados por los delincuentes que decían querer combatir e, incluso, terminaron transformándose en organizaciones criminales que siguen operando a día de hoy.
Mora reconocía cómo el narco había permeado estos grupos y echado a perder su objetivo inicial, pero siempre defendió que el suyo era casi el único que nunca estuvo vinculado con el crimen organizado.
Tras años denunciando públicamente las actividades criminales en La Ruana, su pequeño pueblo natal donde seguía viviendo pese a haber recibido múltiples amenazas y ataques, este jueves un grupo de hombres baleó y prendió fuego a la camioneta blindada en la que viajaba. Tres de sus escoltas también murieron.
“Lo dije: me voy a morir peleando. Solo quiero que mi muerte no sea en vano. Que los michoacanos, que todos presumimos bravura, seamos valientes de una vez y acabemos con este mal que nos tiene el suelo”, escribió en una carta póstuma dada a conocer este viernes.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, lamentó horas antes el homicidio pero descartó que las autoridades hubieran dejado solo a Mora, como muchos claman. “El gobierno del Estado le daba protección, sin embargo, no fue posible evitar que lo asesinaran”, declaró.
El gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, quien aseguró que se le había pedido a Mora quedarse en la capital Morelia para no correr riesgo ante las amenazas, criticó el papel de los grupos liderados por Mora en el pasado, a los que calificó como “el movimiento armado ilegal de autodefensas que no trajo nada positivo al Estado, al contrario”, lo que volvió a recordar las luces y sombras que los rodearon en la última década.
Contra Los Caballeros Templarios
En 2013, los Caballeros Templarios —un grupo que se separó del cartel la Familia Michoacana— era la organización criminal dominante en el estado de Michoacán, un lugar estratégico para la producción y tráfico de drogas.
La población estaba harta de verse sometida a extorsiones y amenazas. El 24 de febrero de aquel año, un grupo de vecinos de La Ruana, en el municipio de Buenavista, decide organizarse y despojar a la policía municipal de armas y patrullas para enfrentarse a los criminales por sí mismos.
Aquella rebelión, considerada el inicio de las autodefensas de Michoacán, estuvo liderada por Mora, un agricultor limonero. El proceso se dio casi a la vez que en el municipio vecino de Tepalcatepec, encabezado allí por el doctor José Manuel Mireles.
“Pedimos muchas veces que nos vinieran a ayudar, y no. Eso es lo que te motiva a querer luchar”, le dijo al canal Milenio Ana Valencia, exautodefensa de Tepalcatepec, con motivo del décimo aniversario de su fundación el pasado mes de marzo.
Las autodefensas pronto se ganaron la aprobación de buena parte de la opinión pública, que pensaba que esos ciudadanos estaban dando la respuesta que las autoridades no podían —o no querían— dar ante la amenaza constante del crimen organizado.
Aquellos pobladores, principalmente agricultores y ganaderos, se enfrentaron a los narcotraficantes cargados con armamento que, en muchos casos, nunca habían usado antes. Según diversas fuentes, sus armas procedían de las propias policías municipales de la zona —robadas o cedidas de manera voluntaria—, o eran compradas en el mercado ilegal gracias a donativos de michoacanos que vivían en Estados Unidos.
La repercusión de estas primeras autodefensas fue casi inmediata. En cuestión de seis meses, ya eran 75 los grupos de autodefensa surgidos en esta región de Michoacán. También nacieron grupos similares en otros estados mexicanos, especialmente en el vecino Guerrero, si bien su creación y contexto eran diferentes.
La institucionalización de las autodefensas
La situación en Michoacán pronto comenzó a llamar la atención de la prensa internacional, lo que provocó en el gobierno mexicano —presidido entonces por Enrique Peña Nieto— una doble presión.
“Las autoridades se enfrentaban a grupos que, con independencia de su objetivo, actuaban al margen de la ley, ya que ningún ciudadano mexicano tiene derecho de comprar determinado tipo de armas ni organizarse para tareas de seguridad como estas. Su existencia suponía la comisión de determinados tipos de delitos”, subraya el especialista en seguridad y crimen organizado, Víctor Sánchez Valdés.
“Y, por otro, el gobierno se enfrentaba a la presión de que la existencia de estos grupos dejaba en claro su incapacidad para resolver el problema de inseguridad en Michoacán”, dice en entrevista con BBC Mundo.
Su rápida expansión generó una gran alerta en las autoridades, que decidieron entonces enfocar también sus esfuerzos en acabar con el enemigo señalado por los pobladores: Los Caballeros Templarios. En menos de un año, la organización había prácticamente desaparecido de Michoacán.
Consciente de la simpatía que las autodefensas ya despertaban por aquel entonces, el gobierno suavizó su postura hacia ellas y apostó de algún modo por institucionalizarlas o pasarlas a una situación de legalidad.
Para ello, se nombró a Alfredo Castillo como comisionado para la Seguridad en Michoacán y en 2014 se invitó a los miembros de estos grupos a ingresar en la Fuerza Rural Estatal, un cuerpo policial creado para fortalecer el combate al crimen en la entidad.
Aquella transformación iba supuestamente acompañada de un desarme de las autodefensas, aunque muchas reconocieron haber conservado sus armas más potentes.
“Probablemente muchas de esas personas no pasarían por un control riguroso de confianza, un adiestramiento… Lo cierto es que ese proceso de enrolamiento en la Fuerza Rural fue más bien mediático”, cuestiona Sánchez.
El papel del CJNG
Fue poco después cuando comenzaron a surgir los primeros señalamientos serios de que muchos de estos grupos tenían vínculos con el crimen organizado.
Detrás de esos nexos no estaba otro que el cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el principal grupo rival de Los Caballeros Templarios, que las autodefensas habían conseguido hacer desaparecer.
“Hoy se tiene evidencia suficiente para saber que una parte importante de estos grupos fueron realmente creados por el CJNG, que los financiaba y les dio armas para enfrentar a sus rivales”, dice Sánchez, investigador de la Universidad Autónoma de Coahuila.
“Para lograrlo, vistió a algunos de sus operadores regionales poco conocidos como autodefensas y los hizo pasar como ciudadanos cualesquiera. Realmente era imposible distinguir entre uno y otro, entre el grupo que era legítimamente formado por ciudadanos y el que no lo era”, agrega.
Entre otros, el experto cita como ejemplos a exautodefensas como Juan José Farías (alias “el Abuelo”), Luis Antonio Torres (“Simón el Americano”, fundador de Los H3) o los hermanos Sierra Santana, que hoy forman parte del grupo Los Viagras.
Lo que se vio después fue cómo estos grupos atacaban a las escasas autodefensas que quedaban formadas legítimamente y fuera del crimen organizado. El hijo de Hipólito Mora, por ejemplo, murió en un enfrentamiento armado con “el Americano” a finales de 2014.
Aquellos criminales disfrazados de autodefensas ganaron presencia y poder, lo que los llevó a romper con el CJNG que los había impulsado inicialmente para tratar de fortalecer entonces su propia organización regional.
La situación actual
La percepción de la ciudadanía hacia las autodefensas comenzó lógicamente a cambiar. El gobierno acabó con la Fuerza Rural apenas dos años después de su creación, consciente de que estaba uniformando y dando armas a un gran número de narcotraficantes.
“Lo que sí es importante destacar es que a los grupos de autodefensas vinculados con Mora y el doctor Mireles no se les ha probado aún vínculos certeros con otra organización criminal y siempre tuvieron el componente ciudadano con el que nacieron”, subraya Sánchez.
“Yo nunca acepté sobornos, ni intimidaciones; luché sin recibir nada a cambio, más que el cariño de la gente. Los que no me quería, eran los chicos malos”, subrayó Mora en su carta póstuma divulgada este viernes.
Pero hoy, la situación de violencia en Michoacán no es mucho mejor. Organizaciones como el CJNG, Los Viagras o La Nueva Familia Michoacana se siguen disputando el control de esta zona. La presencia de autodefensas es ya casi anecdótica en pequeñas comunidades como La Ruana, donde Mora fue asesinado.
Un informe publicado en marzo por The Global Intiative a diez años del surgimiento de las autodefensas dice que la entidad sigue siendo una de las más violentas del país, lo que demuestra cómo la seguridad pública no puede quedar en manos particulares y los acuerdos informales entre autoridades y líderes locales pueden tener graves consecuencias y fomentar la inestabilidad.
“El objetivo de las autodefensas era en principio loable, pero sin duda los grupos criminales usaron su idea para beneficiarse del esquema. Y sí, terminaron con un enemigo común como eran Los Caballeros Templarios, pero los acabaron sustituyendo por otros verdugos que nunca llevaron la calma al Estado”, concluye Sánchez.
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