“En México no se lee”, reza uno de los tantos epitafios de este país. La tendencia hacia la generalización es engatusadora para quien formula esa frase. Invita a la salida fácil: el desapego y el distanciamiento, el clásico deslinde de responsabilidades, la adhesión derrotista y la vuelta a la enajenación.
Sin embargo, hay quienes objetan esa sentencia lapidaria, ya que son conscientes del placer que produce el actor de leer por decisión propia. Tal es el caso de Pablo Álvarez, encargado de la librería El Gato Literato, la cual se halla en el número 283 del Eje 10 Sur, en Copilco Universidad, en la alcaldía Coyoacán.
Prácticamente, cada metro del perímetro tiene un librero que se encuentra abarrotado. Varios libros incluso están colocados en el piso al no darse abasto ante lo nuevo que llega.
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Este 2025, la librería cumple siete años de haberse instalado en ese lugar. Como se puede anticipar, el terreno por el que ha transitado Pablo, su familia y acompañantes involucrados en el proyecto ha sido sinuoso.
Pero si tuviera que elegir qué fue lo más difícil a lo que se tuvo que enfrentar, cuenta, fue resistir a la pandemia de Covid-19, pues, pese a que pareciera haber quedado atrás, como si de una pesadilla se hubiese tratado, aún quedan sus resabios.
“En esta zona había alrededor seis librerías, después de la pandemia sólo quedamos dos. Sobrevivir a la pandemia fue algo increíble para nosotros; pagar renta y salarios sumado a mantenerme a mí mismo y a mi familia”.

En ese sentido, Pablo también considera que una de las grandes problemáticas que se potenciaron con la pandemia fue la tendencia de las personas a engancharse con plataformas de consumo rápido de información como TikTok, Instagram o Facebook, sobre todo ahora que las fake news están a la orden del día. En su opinión, esto ha conducido a reducir la capacidad de análisis y de generar complejidad en el pensamiento.
Por otra parte, aun cuando representa una gran parte de sus ganancias, al librero el comercio electrónico no le termina de convencer, puesto que, considera, es una forma impersonal de vender libros. Para él, este método se interpone en el encuentro entre personas y la comunicación verbal.
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“Aquí le apostamos al vínculo humano y la sociedad. La mayoría de los lugares que se dedican al comercio de libros tienen la lógica de ‘compras y te vas’, no te invitan a quedarte. Lo nodal de este asunto es que aquí nos podemos reunir y confluir personas con inquietudes políticas, artísticas y culturales similares”, añade.
Para Álvarez, el incentivo por la lectura debe ir de la mano con que la oferta sea asequible para el público. Por tanto, ofrecer precios accesibles en su librería es su objetivo. Y aunque reniega de los libros electrónicos, lo ve como una alternativa viable para forjar y mantener lectores.
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“Contrario a Fernanda Melchor, sí soy partidario de que se compartan los libros en PDF. Yo he leído en este formato e incluso los he descargado y luego engargolado. No obstante, creo que la práctica de leer en un libro electrónico es antinatural y nociva. El libro es una relación con nuestros comunes tanto del presente como del pasado. Es la memoria viva de la humanidad”.
El Gato Literato se precia de ser un espacio en donde pueden acontecer un concierto de jazz y en seguida la presentación de una revista literaria o una lectura de poesía mientras se está rodeado por un tendedero de pinturas en acuarela.
Es decir, que la convivencia entre diversos proyectos artísticos, teniendo como común denominador el vínculo humano, puede confluir espontáneamente y siempre es bienvenida.