La economía global está sufriendo graves alteraciones. Después de aproximadamente ochenta años de progresiva reducción de barreras comerciales por parte de Estados Unidos, el presidente Donald Trump ha impuesto, en tan solo tres meses, nuevas normas arancelarias que han llevado los impuestos a importaciones a niveles no vistos desde la década de 1930. Precisamente, este sábado entró en vigor un arancel del 10% sobre prácticamente todos los países con los que EE. UU. mantiene relaciones comerciales, tanto aliados como no aliados, como parte de una orden presidencial anunciada días antes.

Resulta curioso, e incluso sospechoso, que la imposición de estos aranceles adquiera un matiz peculiar cuando se observa la tabla presentada por el presidente Trump, en la que se detallan los países y los impuestos que se les aplicarán. Entre los países mencionados, aparece una isla que está prácticamente habitada de manera exclusiva por pingüinos. Esta inclusión, aparentemente irrelevante, plantea interrogantes sobre la lógica detrás de estas decisiones arancelarias y su posible uso como una estrategia simbólica o, incluso, como un elemento de presión en la diplomacia internacional.

No es ninguna casualidad, sino un claro reflejo de cómo se están tomando las decisiones en materia tributaria a nivel internacional por parte del gobierno de Estados Unidos. La imposición de tarifas a las islas Heard y McDonald no es un error menor, sino parte de la evidente falta de cuidado en la toma de decisiones, que incluso da la impresión de que no se ha tomado la molestia de revisar a qué países se les están imponiendo estas tarifas. Este tipo de decisiones, tan erráticas y desconectadas de la realidad geopolítica, ha dado pie a especulaciones sobre el uso de inteligencia artificial en el proceso. Algunos incluso sugieren que la inclusión de estas islas podría ser el resultado de un algoritmo de IA que no consideró el contexto ni las implicaciones políticas y económicas de tales imposiciones.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) ha manifestado su preocupación por la inclusión en la lista de países más pobres y pequeños Estados insulares, que apenas representan el 1,6% y el 0,4% del déficit comercial de Estados Unidos, respectivamente. Según la UNCTAD, estas naciones "no contribuirán ni a reducir el déficit ni a generar ingresos significativos", lo que cuestiona la efectividad de las tarifas impuestas por la administración Trump en cuanto a los objetivos económicos que persigue.

Trump ha defendido estas nuevas tarifas como una medida de "emergencia nacional" para hacer frente al déficit comercial del país. Sin embargo, resulta difícil justificar la inclusión de países con una participación tan mínima en ese déficit, como lo podrían ser las islas de pingüinos. Al mismo tiempo, Trump instó al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, a bajar las tasas de interés, argumentando que el "momento perfecto" había llegado, debido a la caída de ciertos precios como el petróleo y los huevos desde su regreso al poder. Sin embargo, Powell adoptó una postura mucho más cautelosa y pesimista. Advirtió que los nuevos aranceles probablemente generarán más inflación, menor crecimiento económico y un aumento del desempleo. Según Powell, el principal perjudicado será Estados Unidos, dado su alto nivel de dependencia de las importaciones.

Desde una perspectiva crítica, es evidente que la visión optimista de Trump sobre los efectos de la reducción de tasas de interés y la imposición de tarifas no está considerando las implicaciones más amplias de sus decisiones. Si bien las tarifas pueden ofrecer un alivio temporal en términos de ingresos fiscales, los costos a largo plazo podrían ser mucho más graves, afectando la estabilidad económica interna. El análisis de Powell resalta una realidad económica innegable: los aranceles no solo impactan a las naciones extranjeras, sino que golpean directamente a los consumidores y empresas estadounidenses. Las tensiones comerciales, en lugar de fortalecer la economía nacional, podrían terminar empeorando las condiciones económicas dentro de Estados Unidos, exacerbando las desigualdades y perjudicando a los trabajadores más vulnerables.

Es relevante señalar que Canadá y México fueron exentos de estas tarifas, ya que la administración Trump ya había establecido un régimen especial con tributos propios, en el marco de una lógica de guerra comercial que ha marcado la política económica de su mandato. Sí, México se benefició de ciertos acuerdos, pero seguimos siendo parte de un escenario de competencia económica global. En este contexto, hay que decirlo: la presidenta Claudia Sheinbaum ha demostrado una notable capacidad para navegar de manera estratégica en medio de esta guerra comercial. Con una postura firme en defensa de la soberanía nacional, ha logrado generar una percepción favorable de su gobierno tanto a nivel nacional como internacional.

Si algo dejan claro estos absurdos arancelarios, es que, en ocasiones, las decisiones políticas no son tan certeras como los vuelos migratorios de las aves. Pero, a diferencia de los pingüinos, que siguen patrones precisos y predecibles, las estrategias comerciales de Trump parecen operar en un caos calculado, donde las consecuencias, a pesar de ser aparentemente inconexas, terminan por afectar a todos de maneras imprevistas. Punto para los pingüinos.

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