Nos enseñaron que amar era fácil, que llegaría sin esfuerzo y que, si dolía, no era amor. Pero lo que nunca dijeron es que amar es un acto de resistencia. Es un grito en medio del ruido, una llama que persiste cuando todo invita a la oscuridad. Es el temblor en las manos que, aun con miedo, se aferran. Es un latido que se niega a rendirse.

Vivimos en tiempos de amores frágiles, de promesas que se deshacen en la prisa. Todo parece efímero, descartable, reemplazable. Nos han vendido la idea, y peor aún la hemos comprado, de que el amor debe fluir sin esfuerzo, sin fracturas, sin dolor. Que si cuesta, entonces no es real. Pero el amor auténtico es un acto de desafío: desafía la urgencia, desafía la duda, desafía la lógica del mundo moderno. Amar es sostener, incluso cuando todo nos dice que soltemos.

Amar es quedarse cuando el eco del silencio amenaza con llenar los vacíos. Es sostener la mirada cuando el orgullo susurra que miremos hacia otro lado. Es alargar la mano cuando el miedo nos grita que nos apartemos. La pasión enciende, pero es la resistencia la que mantiene la llama. Amar no es solo el fuego que ilumina, es la voluntad de encender una vela en medio de la tormenta.

Nos enseñaron a huir del dolor, a creer que las grietas son el final. Pero, ¿acaso no estamos todos hechos de fragmentos que buscan encajar? ¿No es el amor también la valentía de reconstruir lo que parece perdido? Nos dijeron que soltar es madurar, pero olvidaron decirnos que luchar también es crecer. Que el amor no se define por su ausencia de dificultad, sino por la fuerza con la que se enfrenta. Que amar no es solo estar, sino permanecer cuando el miedo empuja, cuando el camino se vuelve incierto, cuando el corazón late con más dudas que certezas.

El amor es la certeza en medio de la incertidumbre. Es el acto de fe de quien, aun sin garantías, sigue apostando por la historia que escribe con otra piel. El amor no es un destino, es el viaje. No es la llegada, es la promesa de seguir caminando, incluso cuando los pies duelen, incluso cuando la brújula se desorienta. Amar es encontrar belleza en la imperfección, es saber que habrá días donde las palabras fallan y, aun así, elegir quedarse.

No se trata de aferrarse a lo que nos destruye, sino de reconocer que el amor es elección, no azar. Es la voluntad de ver las sombras del otro y no apartar la mirada. Es entender que las promesas verdaderas no son las que se dicen en los días fáciles, sino las que sobreviven a la tormenta. Amar es sostener cuando todo invita a soltar. Es resistir cuando el mundo insiste en rendirse.

El amor que permanece no es el que nunca sintió miedo, sino el que lo enfrentó y, aun así, eligió quedarse. El amor que trasciende no es el que nunca titubeó, sino el que, a pesar del

dolor, de las noches de distancia, de los silencios pesados, eligió volver una y otra vez. Porque amar es resistir. Y resistir, a veces, es la única prueba de que el amor es real.

Amar es desafiar el tiempo, la costumbre, la resignación. Es no dar por sentada la presencia del otro. Es elegir todos los días, incluso cuando el mundo sugiere que hay caminos más fáciles. El amor se prueba cuando todo arde, cuando el invierno se instala en los cuerpos, cuando las dudas murmuran más fuerte que las certezas. Amar no es solo sentir, es hacer. No es solo querer, es demostrar.

Así que la pregunta sigue ahí, latiendo en tu pecho: ¿Te atreves a amar de verdad o te conformarás con la comodidad de lo fácil? ¿Tendrás el coraje de resistir, o dejarás que el miedo decida por ti? Amar. Siempre elegir amar. Solo así podremos resistir.

Facebook: Yheraldo Martínez

Instagram: yheraldo

X: @yheraldo33

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS