El sábado pasado tuve la oportunidad de presentar en la Feria Internacional del Libro Guadalajara 2025 la publicación de “Mamá, en tu ausencia, ¿quién por mí”, un libro de mi autoría que pone sobre la mesa una realidad dolorosa: la violencia feminicida que no solo arrebata vidas y destroza sueños, sino que también deja a cientos de niñas, niños y adolescentes en una situación de vulnerabilidad extrema. Huérfanas y huérfanos del feminicidio, muchas veces ignorados, invisibles al sistema de justicia, privados de apoyo institucional y, en ocasiones, sin el reconocimiento legal que les garantice una reparación integral del daño.
Las cifras oficiales reportan un promedio de 9 mujeres que cada día mueren víctimas de feminicidio y homicidio doloso. Estas cifras se publican mes con mes por la propia autoridad; sin embargo, si quisiéramos saber cuántas de estas mujeres eran madres y sobre las hijas e hijos que dejaron en orfandad, no contamos con ninguna cifra oficial, lo que nos confirma su absoluta invisibilidad que profundiza su estado de abandono.
Un dato que refleja la urgencia del tema que abordo en este libro, recientemente en un Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito que, al resolver un amparo, hizo un señalamiento oficioso que pone en evidencia un patrón estructural: la niña hija de la víctima de feminicidio y del propio sentenciado fue completamente invisibilizada durante todo el proceso que se ha prolongado por 10 años. En este tiempo nadie la reconoció como víctima indirecta, ni activó medidas de protección, ni pensó en su derecho a recibir atención psicológica, acompañamiento educativo o restitución de derechos. Una vez más, una niña quedó fuera de la mirada institucional.
Este caso confirma lo que expongo en Mamá, en tu ausencia, ¿quién por mí?: que las niñas, niños y adolescentes siguen siendo los grandes ausentes en los procesos judiciales derivados del feminicidio. Que la reparación no tiene un carácter integral, cuando más, se limita al aspecto económico, sin un modelo real de tutela judicial reforzada, la justicia llega tarde, llega incompleta, o simplemente no llega.
Por eso este libro insiste en algo elemental: la justicia no termina con una sentencia. La justicia exige que ninguna niña o niño en orfandad por del feminicidio de su madre sea ignorada, que las personas juzgadoras actuemos de oficio, que acompañemos, que protejamos.
La sentencia dictada hoy no solo resuelve un caso concreto; confirma la urgencia de transformar la práctica jurisdiccional que asegure la protección del Estado para niñas y niños cuya madre ha sido víctima de feminicidio. Solo así podremos garantizar que su vida, después de haber perdido a su mamá, lo que más ama, pueda reconstruirse con dignidad.
El libro no solo denuncia, también propone, entre otras cuestiones: la creación de un Registro Nacional de Niñas, Niños y Adolescentes en situación de orfandad por feminicidio, reformas a los códigos penales para garantizar su reconocimiento como víctimas indirectas y un modelo de tutela judicial reforzada que propongo en el último capítulo.
Agradezco a la Dra. Loretta Ortiz Ahlf, ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y a la magistrada Nadia Cecilia Lupita Licón González por la generosa lectura y comentarios al libro, así como a la maestra María Goerlich León, Directora Editorial de Tirant Lo Blanch México.
Así también la presencia del señor gobernador del estado de Jalisco, Pablo Lemus Navarro, y de la alcaldesa de Guadalajara, Verónica Delgadillo García.
Reflexionar sobre el abandono e invisibilidad de las niñas, niños y adolescentes víctimas indirectas del feminicidio, actuar y cubrir los vacíos existentes, es un deber moral y obligación constitucional impostergables.
No lo dejemos para más tarde, porque para estas niñas y niños en abandono, puede ser ya tarde.

