Hace unos días, el actual Gobierno Federal entregó su primer Presupuesto de Egresos de la Federación correspondiente al año 2025, el cual castiga duramente rubros clave para el desarrollo del país: salud, seguridad pública, infraestructura carretera, agua, universidades públicas, campo, entre otros.

Si bien la pobreza se ha reducido gracias a las transferencias económicas a familias mexicanas, lo cual es muy positivo, falta un cambio de fondo, como meterle el acelerador al crecimiento económico e impulsar empleos bien pagados a través de la certificación laboral y mejorar las competencias.

Sin embargo, pareciera que hoy estamos viviendo la cruda realidad de una larga borrachera que se vivió en el sexenio pasado con un mediocre crecimiento económico y gasto excesivo en obras faraónicas que se salieron del presupuesto por dos causas: la mala planeación y la corrupción.

Por ejemplo, el Tren Maya se presupuestó originalmente en 120 mil millones de pesos y a la fecha se llevan gastados más de 500 mil millones de pesos o el caso de la refinería Dos Bocas, que se presupuesto con 8 mil millones de dólares y se disparó, al año pasado, a 20 mil millones de dólares. Ambas obras seguirán requiriendo millonarios recursos adicionales, ya que funcionan a medias, son opacas e, incluso, están inmersas en actos de corrupción.

Ejemplos que, sin duda, hacen que el presupuesto presentado tenga un déficit y se recorten las áreas prioritarias que nos referimos al inicio.

Aunado a ello, este paquete se presentó en un ambiente de desconfianza de inversionistas, pues se realizó luego de la aprobación de la reforma judicial y en medio de la desaparición de órganos autónomos, lo que ha impactado en la perspectiva de crecimiento de nuestro país.

El proyecto de Presupuesto de Egresos 2025 sigue endeudando a los mexicanos sin tener credibilidad y solidez financiera que se requiere en el mediano plazo. Propone un endeudamiento total equivalente al 3.9 por ciento del PIB, es decir, mil 428 billones de pesos, mientras que los ingresos están basados en supuestos optimistas que difícilmente se alcanzarán.

En pocas palabras, este presupuesto no fomenta el crecimiento económico del país, pues reduce significativamente la inversión del Gobierno y reduce a su mínima expresión los programas que impulsan la economía de las familias mexicanas como apoyos a los pequeños empresarios, al sector campesino, al turístico y medio ambiental.

Con este presupuesto no se alcanzará el crecimiento del PIB que se requiere. Y como van las cosas, será otro sexenio perdido en materia de crecimiento económico.

Lo digo nuevamente: estamos a favor de los programas sociales. En lo que estamos en contra es en el incremento del gasto discrecional que están proponiendo, principalmente para el gasto corriente y de operación política.

Este paquete económico requiere una cirugía de fondo en el presupuesto para mejorar los servicios que otorga el gobierno y la economía de las familias mexicanas.

Uno de los caminos que podríamos transitar para salir de este atorón e impulsar el crecimiento económico al 2 o 3 por ciento que quieren llegar es apostarle al nearshoring. Para ello se requiere garantizar la certeza jurídica, energías limpias, capital humano, infraestructura y seguridad pública.

A este gobierno ya se le acabó el dinero y debemos estar al pendiente porque van a querer cobrarnos más impuestos en lugar de impulsar la inversión.

Ciudadana

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