El dilema no es la delincuencia, donde quiera existe. El tema es que se adueñen de los espacios que le incumben a la ciudadanía y de poco en poco de las instituciones. Comenzaron con policías locales y fueron escalando. Realmente no se comprende la actual descomposición sin el concurso de determinados niveles de autoridad corrompidos por miedo o dinero, para el caso es el mismo resultado.

Es ilusorio ocultar a la población el desastre de algunos gobiernos estatales y su evidente entrega a los amos de la muerte usando su cotidiano lenguaje: la fiereza de las armas. En regiones enteras el involucramiento ha alcanzado a los procesos electorales, ya sea coaccionando, financiando o imponiendo. También, es indiscutible que los recursos sucios permearon a la economía a través del comercio, industria y sin faltar la construcción.

La encrucijada es cómo reducirlos, los eventos nos muestran que muchos de los que tienen la misión de enfrentarlos les pertenecen, están en su nómina, así es imposible. El señalamiento ha trascendido globalmente, se nos tacha de ‘narcoestado’ si bien estamos lejos de este, sí muy cerca de que la influencia de los grupos criminales oriente decisiones sensibles de la Nación.

La infiltración ocurre en casi cualquier instancia, agravado por el debilitamiento del orden, y aderezado con la concentración excesiva del mando político en una persona, obliga a la Presidenta a marcar una inexcusable y clara distancia. No debemos continuar sufriendo de factores que ennegrecen el horizonte de la República, al tolerarlo se provoca su acelerada destrucción en perjuicio de todos.

La anunciada intromisión del vecino del norte con sobrevuelos a la vista, sin recato, no escondidos, son con el obvio propósito de revelar lo inevitable, el vaticinio de capturas de gran calado del bajo mundo y de los sectores público y privado. El mensaje es contundente: ante el principio de una conducción fallida la potencia dominante la rechazará.

La tesis es única: no hay país sin hampones, incluso los que presumen altos estándares de seguridad no hablan de absolutez, sino de su sometimiento. En México aconteció en las décadas de los sesenta, setentas y ochentas del siglo pasado. Fue hasta que la tentación de la plata a cambio de anuencias quebró el equilibrio que en aquellos tiempos los propios malhechores conservaban porque les convenía. Fríamente, su negocio no es asesinar, desaparecer, torturar, son producto de la macabra maquinación del árbitro que nos engañó al llevarnos a una guerra y tomar partido.

Tampoco habitamos en la obscuridad y las tinieblas de la rendición. Somos más los buenos que los malos. Efectivamente queda voluntad de combate, aunque frenada. La cooptación de lo oficial florece cual mala yerba sin control. Aun en un hipotético ejercicio conjunto con la administración Trumpista da la enorme coyuntura a Sheinbaum en dos sentidos, la aniquilación de los entes que con barbarie y abundantes dólares hacen de las suyas, y la fundamental, la limpieza en casa con el destierro de los encumbrados que han traicionado la causa guinda, tricolor y blanquiazul.

Sobre la mesa de la ejecutiva dispone la llave de salida; o se resiste con el discurso patriótico que nadie le cree o resuelve el doble problema, y de paso nos devuelve la armonía y concierto que significa vivir en paz. La otra es seguir igual, perdidos.

Abogado. @VRinconSalas

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