La muerte de Pepe Mujica dejó un vacío que difícilmente podrán llenar las actuales figuras políticas latinoamericanas, no sólo por su carisma, sino porque, a diferencia de muchas y muchos, el uruguayo fue coherente en sus principios ideológicos cuando asumió la presidencia en su país.
Su mandato fue un ejemplo de buen gobierno de izquierda, del cual están muy lejos muchos de los que ahora presumen de serlo, pero que en los hechos se resisten a emprender acciones de un gobierno con esa tendencia. Entre otras decisiones, mantuvo las políticas públicas del Frente Amplio, la coalición que ayudó a construir y que hoy regresó al poder con Yamandú Orsi.
Pepe fue un visionario que llevó al gobierno una perspectiva de izquierda mucho más allá de lo tradicional. Además de los principios históricos de esta corriente ideológica –intervención en la economía, igualdad en la distribución de la riqueza, bienestar social, entre otros-, atendió las demandas de amplios sectores de la población para que el Estado garantizara los derechos humanos.
“Su Presidencia revolucionó el ambiente político local e internacional con leyes que ampliaron los derechos individuales: la ley de despenalización del aborto, la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo, la ley de regulación y legalización del cannabis que por primera vez fue producido y comercializado por el propio Estado.” (CNN Español, 13/05/2025)
Pero, sobre todo, enfrentó la dictadura cívico militar que con un golpe de Estado asumió el poder en su país en 1973; y a pesar de un costo personal muy alto, por la persecución y encarcelamiento de que fue objeto, defendió los ejes fundamentales de la democracia y la república.
Hoy, muchos gobiernos de América Latina que se presumen de izquierda, han profundizado el militarismo que prometieron erradicar y están desmontando los avances democráticos que como oposición promovieron y gracias a los cuales llegaron al poder.
Durante su mandato, aunque por momentos cuestionado por quienes vieron afectados sus privilegios y promesas que no pudo cumplir del todo, no tuvo arrebatos autoritarios, ni persiguió a la oposición ni a sus críticos.
Promovió la ciencia, la cultura y la educación y tuvo logros importantes en la economía, sin dejar de combatir la desigualdad y la pobreza, aunque sin alcanzar los objetivos que hubiera deseado.
El mandato de Pepe fue parte de un proceso de cambio democrático en América Latina que rompió con regímenes militares o autoritarios que gobernaron la región por décadas. Pero, a diferencia de otros liderazgos que llegaron abanderando un discurso de izquierda, en sus diferentes espectros, y luego tornaron en gobiernos populistas o autoritarios, él gobernó con visión propia, se mantuvo fiel a sí mismo y entregó el gobierno al término de su mandato, sin pretender controlarlo en la sombra.
Pepe llevó el principio de austeridad que instrumentó en su presidencia, a su vida personal. Predicó con el ejemplo y no permitió que integrantes de su gabinete o de su familia se enriquecieran al amparo del poder público.
“Pero más allá de las reformas concretas, el mayor legado de Mujica fue cultural. En un continente donde la clase política suele estar asociada con privilegio, corrupción y distancia del ciudadano común, él encarnó lo contrario. Mostró que se puede ejercer el poder sin ostentarlo. Que se puede gobernar con humildad, sin perder la firmeza. Que se puede ser de izquierda sin caer en el autoritarismo ni en el clientelismo.” (EFE,13/05/2025)
Es por eso, que más allá de los elogios, algunos de los gobiernos que se presumen de izquierda y que lamentaron la pérdida de Pepe, deberían seguir su ejemplo.