Mañana llegará el “Día de la Liberación” para Estados Unidos. El presidente Trump ha designado el día de la imposición de aranceles recíprocos como la fecha en la que ese país se liberará de la dependencia que tiene frente a los productos foráneos. No se sabe aún si la liberación a la que el presidente estadounidense hace referencia será sobre los bienes de consumo, o los de capital, o los intermedios. Acaso se podría inferir, por sus declaraciones, que la intención de Trump es regresarle a Estados Unidos la gloria industrial del siglo pasado.
La pandemia dejó en claro el nivel de fragmentación productiva que se tenía. Enormes tiendas de muebles, por ejemplo, reportaban que les llegaban contenedores con los respaldos de miles de sillas, pero las patas podían pasar meses en algún puerto esperando ser descargadas. La escasez en el suministro de semiconductores —producidos mayoritariamente en Asia— mostró cómo cualquier proceso se detiene cuando falta alguno de sus elementos. Alguna lección habrá que aprender de ese momento. La consolidación de ciertas cadenas productivas podría ser una de las más relevantes.
No se saben aún los detalles. Mucho menos se sabe de la forma en la que serían implementados. Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, señaló sin mayores especificaciones, que no habrá excepciones.
Más allá de los recíprocos, el 2 de abril entrarían en vigor los aranceles generales que han sido pausados en un par de ocasiones a todos los bienes provenientes de México y Canadá. Los aranceles aplicables a los automóviles y autopartes que Estados Unidos importa empezarían el 3 de abril. Además, el impuesto al acero y al aluminio —que incluye autopartes también— ya está vigente. Si es que eventualmente sucede, la gloria industrial a recuperar será costosísima para el consumidor estadounidense.
Prácticamente la mitad de los coches vendidos en Estados Unidos y 60% de sus componentes proviene de otros países, México incluido. De acuerdo con datos del American Automotive Labeling Act, incluso para autos que terminan su proceso de ensamblaje en ese país, 15% del valor proviene de otros lugares. Trump aseguró en una entrevista durante el fin de semana que, si suben de precio los coches, esto impulsaría la producción de coches en ese país; es decir, dado que el arancel haría más caros los autos con componentes importados, los consumidores optarían por comprar los fabricados en Estados Unidos. No se tratará, sin embargo, solo del precio de los coches.
La industria automotriz ha sido por años un ejemplo de la integración de las cadenas productivas. Para México, además, una historia de éxito. Cada economía, en teoría, se especializó en lo que era más eficiente, liberando espacio productivo para procesos en los que fuera más competitiva o más especializada. Desde luego esa conversación ha pasado por los precios y por los salarios.
No sabemos cómo se configurarán las nuevas reglas comerciales. No sabemos siquiera qué se anunciará mañana. Pero hay pocas dudas de que llegarán ajustes en precios. ¿Qué pasaría en México? Un análisis de BBVA señala que el impacto de aranceles generales de 25% en la inflación del país aceleraría la inflación a 4%, sin embargo, mantienen el escenario inflacionario en 3.5%.
Muchas cosas pueden pasar esta semana en materia comercial y económica. Todo el mundo espera la decisión de Trump. El impacto en crecimiento, precios y salarios no se hará esperar.
@ValeriaMoy