Mañana, el Senado de la República tendrá la comparecencia del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, para presentar la Estrategia Nacional de Seguridad Pública 2024-2030. Un llamado para consolidar la política de Estado de este sexenio en materia de seguridad, lejos de coyunturas, bajo fundamentos científicos y principios estructurales.
La Estrategia, enviada por la presidenta Claudia Sheinbaum, establece una hoja de ruta muy precisa: territorialización de la acción pública, fortalecimiento de la proximidad social, priorización de la prevención, impulso a la coordinación interinstitucional y profesionalización de los cuerpos de seguridad. Cinco principios muy acertados. No obstante, como bien enseña la experiencia histórica nacional e internacional, una estrategia es tan buena como su capacidad de traducirse en intervenciones eficaces. Y ahí, en el reto de implementación, es donde debemos poner atención.
El Dr. Lawrence Sherman, oficial de policía, criminólogo y catedrático de la Universidad de Cambridge, es considerado uno de los arquitectos más influyentes en la evolución contemporánea de la seguridad pública. Con más de cinco décadas de investigación aplicada, Sherman revolucionó la actividad policial al demostrar que las políticas de seguridad más eficaces no surgen de la intuición ni de la tradición, sino del análisis sistemático de la evidencia. Su modelo, basado en tres pilares: focalización, testeo y seguimiento, ha transformado prácticas policiales en diversas democracias del mundo, elevando estándares de eficacia y legitimidad. Incorporar este enfoque a la implementación de la Estrategia Nacional de Seguridad Pública no solo sería un acierto técnico, sino un compromiso serio con la ciencia y la responsabilidad institucional.
Analicemos: la territorialización propuesta no debe entenderse solo como presencia estatal, sino como intervención focalizada en los puntos donde el daño social es mayor. Esto requiere análisis de riesgo, identificación de "puntos calientes" y priorización inteligente de recursos. La prevención, por su parte, debe dejar de ser un concepto genérico para convertirse en una práctica probada: pilotear programas a pequeña escala primero, medir resultados y corregir o mejorar antes de llevarlos a la siguiente escala. Y el seguimiento, históricamente la pieza más débil, debe ser un esfuerzo sistemático por evaluar y monitorear de manera continua los impactos, para garantizar la rendición de cuentas y construir legitimidad social.
La comparecencia de mañana no debe entenderse como una exposición protocolar de buenas intenciones, se trata de la oportunidad para fundamentar que México apuesta por una seguridad pública moderna, sustentada en evidencia empírica y no en fórmulas heredadas. Un modelo que reconoce que la fuerza pública debe ser profesional, estratégica y evaluable. Que entiende que, sin focalizar recursos, probar intervenciones y seguir resultados, corre el riesgo de naufragar en su aplicación.
La seguridad de las mexicanas y mexicanos exige más que narrativas: demanda acciones informadas, decisiones valientes y una voluntad firme de cambiar el paradigma de la seguridad nacional.
En la presentación de la Estrategia Nacional de Seguridad Pública 2024-2030, se definirá si seremos capaces de construir, de una vez por todas, una seguridad pública basada en evidencia, al servicio de la paz y de la justicia.
Académico y especialista en políticas públicas en materia de procuración de justicia y paz.