El 5 de mayo es una de esas fechas que parecen intocables en el calendario patrio nacional, con desfiles, honores, monumentos, discursos triunfales. Pero si algo necesita nuestra sociedad contemporánea, que se asume democrática y justa, es la capacidad de mirar críticamente su pasado, incluso cuando el eco de las ceremonias ya pasó. Es por eso que hoy, 6 de mayo, vale la pena preguntarnos: ¿qué sentido tiene conmemorar la Batalla de Puebla en 2025?, ¿qué memorias cargamos de manera acrítica y cuáles seguimos dejando fuera de la reflexión?
Lo primero que hay que reconocer es que la intervención francesa no fue solo el capricho imperialista de Napoleón III. Fue posible porque en México había actores internos (las facciones conservadoras derrotadas en la Guerra de Reforma), dispuestos a abrir la puerta a la invasión, apostando por una restauración monárquica que borrara los avances liberales y republicanos. Esta no fue solo una historia de México contra Francia: fue una historia de conflictos internos, de una élite mexicana que prefirió pactar con el extranjero antes que aceptar las transformaciones sociales y políticas que el liberalismo impulsaba.
Lo segundo es recordar que el gobierno de Benito Juárez, lejos de buscar el enfrentamiento directo, intentó hasta el último momento sostener la vía diplomática. Fue Francia la que, bajo pretextos económicos y amparada en los intereses expansionistas del Segundo Imperio, rompió con las negociaciones y avanzó militarmente. Entonces, la Batalla del 5 de mayo no fue el primer paso de una guerra, sino la medida desesperada tras el fracaso de los intentos políticos por contener un conflicto que combinaba las ambiciones imperiales con las fracturas internas de la clase política del país. Y aquí es donde la memoria oficial nos ha fallado: la historia se cuenta como un relato centrado en Ignacio Zaragoza y los fuertes de Loreto y Guadalupe. Pero la victoria de Puebla fue posible, entre otras cosas, porque actores regionales clave como los tlaxcaltecas Doroteo León de la Luz y Antonio Carvajal, frenaron los refuerzos conservadores, neutralizando amenazas en otros frentes. Igualmente fundamentales fueron los combatientes de la Sierra Norte de Puebla, como los de Tetela de Ocampo, Zacapoaxtla y Xochiapulco, que siguen peleando, hoy, por el reconocimiento de su papel histórico.
A nivel personal, Zaragoza representa la figura trágica que tanto incomoda a los relatos patrióticos simplistas: mientras dirigía una de las victorias militares más emblemáticas del país, su vida privada estaba marcada por el dolor. Su esposa murió meses antes, dejándolo viudo y a su hija pequeña huérfana; él mismo murió poco después, víctima de fiebre tifoidea, antes de poder ver consolidado el triunfo nacional. Aquí, de nuevo, aparece la tensión que rara vez se aborda en los discursos oficiales: los costos humanos de las gestas colectivas y las pérdidas invisibles que sostienen los momentos históricos.
Finalmente, hablar del 5 de mayo hoy nos obliga a conectar pasado y presente. Defender la soberanía ya no pasa por cañones ni fortificaciones, pero sí por resistir formas modernas de injerencia: presiones comerciales, chantajes financieros, imposiciones de modelos económicos. Defender el interés nacional no es legítimo si se hace desde una noción abstracta y elitista; y no desde una mirada que ponga al centro a las mayorías, a los históricamente excluidos, a quienes hoy, como ayer, sostienen las batallas esenciales por la dignidad y la autonomía.
La memoria del 5 de mayo es muy valiosa si nos ayuda a entender que la soberanía sin justicia interna es vacía, que la unidad nacional no puede construirse borrando las fracturas internas, y que las batallas de hoy, como las de ayer, se libran tanto afuera como adentro.
Hoy más que nunca, estamos librando una batalla contra el conservadurismo, y a eso no puede calificarse como una polarización desde el gobierno. Se trata pues de evidenciar que existen dos proyectos, uno respaldado desde las urnas por el pueblo y el otro desde las élites que se resisten a entender que vivimos otro México, buscando en el extranjero la intervención para mantener sus privilegios.
Académico y especialista en políticas públicas en materia de procuración de justicia y paz