En la lucha se encuentra algo más que triunfo, éxito o fracaso. Puede encontrarse razón, justicia, orgullo, dignidad, compañerismo y solidaridad. Nada de eso encuentro en el aparto de Morena, excepto una enorme vergüenza por las acciones de las dirigencias y de muchos de sus gobernantes y representantes electos.

Encuentro todo eso que valoro en compañeras y compañeros. Los más de Morena. Otros no: los que nunca estuvieron o han decidido dejar de transitar por allí. No se relacionan con el aparato, pero igual acuden a marchas, no les gustan los que exigen ceguera y obediencia. La gente de base trabajan y disfrutan de la vida con la misma pasión con la que se comprometen.

Aportan lo que pueden. A pesar de que el partido de referencia es rico, no se piensa en los objetivos de la militancia a menos que coincidan con los de la dirigencia.

¿Por qué seguir en este movimiento? La respuesta es: no siempre debe hacerse, pero hoy sí. Se espera hacerlo con las mismas compañías y porque somos parte de él, lo hemos construido entre todos.

El movimiento debe cambiar. Es un tema de largo plazo. La izquierda partidaria tenía sus problemas, pero también otras prácticas. Una que se abandonó fue la del sectarismo, con lo que dio pauta al PSUM, luego al PMS y se cohesionó en torno al ingeniero Cárdenas, en quien descansaron decisiones más allá de lo prudente pero él siempre estaba dispuesto a escuchar.

Con Andrés Manuel hubo un estilo más dinámico pero cerrado. La esperanza de que todo cambiará a partir de un triunfo en la presidencia, que abriera cause a otras transformaciones, disciplinó al movimiento pero no le dio vida orgánica. Dos intentos fallidos mostraron su tesón y el de buena parte de quienes lo acompañaron. No de todos. Algunos traicionaron en esas coyunturas. Muchos priistas, charros y gente que se benefició y que cuando hubo dificultades se fueron. Entre los que se quedaron estaban sectores críticos. Entre los que se fueron estaban muchos serviles.

Fue esta terquedad la que convenció a la mayor parte del electorado, no sólo a quienes lo habían acompañado, que por sí solos no podían ganar, sino al ciudadano común. No fueron las estructuras paralelas que sustituyen a las estructuras partidarias. Por supuesto, en esta coyuntura se sumaron dirigentes priistas, sin los cuales igual se hubiera ganado pero, que a diferencia del resto de la ciudadanía, pidieron algo a cambio, se vendieron caro y se les pagó puntual.

Claudia Sheinbaum es ahora la líder del movimiento y tiene sus orígenes en la izquierda anterior a Cárdenas, pero también se debe a él y a López Obrador. Se necesita un cambio. No se puede regresar a ninguno de sus orígenes, sino encontrar el camino propio: Un partido de masas democrático, presencia del Estado, comunidades urbanas y rurales activas y respetadas y justicia social.

Tonatiuh Herrera Gutiérrez

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