El régimen de Mussolini convirtió la propaganda en un arma de saturación, no solo para exaltar su grandeza, sino para diluir la verdad en un torrente de mensajes grandilocuentes. A través del Instituto Luce y el control de la prensa y la radio, el fascismo inundó el espacio público con noticias de obras faraónicas, enemigos imaginarios y éxitos agrícolas ficticios. No se trataba solo de censurar, sino de sofocar el juicio crítico en un mar de información sesgada, donde lo espectacular ocultaba lo verificable y la repetición incansable convertía la ficción en verdad oficial.

La propuesta de Donald Trump para que EU “tome el control” de Gaza ha provocado una indignación predecible dentro y fuera de Estados Unidos. Pero al desestimarlo como mero teatro político corremos el riesgo de perder de vista el bosque por los árboles. La última provocación de Trump se ajusta a un patrón familiar: abrumar el sistema con caos, enterrando amenazas significativas bajo un diluvio de absurdidad.

La visión de Trump, presentada junto a Benjamin Netanyahu, es no solamente absurda, legalmente dudosa y moralmente imprudente, sino que se presenta con incongruencias. Las contradicciones evidentes del plan (sin tropas de Estados Unidos, sin financiamiento, sin claridad) revelan su vacuidad. Sin embargo, su verdadero propósito podría no radicar en la política, sino en el espectáculo. Al presentar una idea tan extrema, Trump logra dos objetivos: desplazar la ventana de Overton para normalizar ideas radicales y al mismo tiempo inundar el debate público con polémicas estériles. Mientras sus críticos se agotan discutiendo fantasías geopolíticas, Elon Musk consolida contratos billonarios con agencias federales y tribunales anulan órdenes ejecutivas clave de su administración.

Esta es otra jugada de un manual autoritario perfeccionado. Trump en menos de una semana ha inundado los medios con acciones radicales por doquier: Gaza, aranceles, deportaciones, desmantelamiento del Estado… Trump ha puesto tantos temas sobre la mesa que efectivamente ha sobrecargado el sistema. Pero ha llevado la estrategia a temas que parecen absurdos en principio pero que hoy nos hacen dudar sobre su verdadera intencionalidad: la compra de Groenlandia, sugerir la anexión de Canadá como “Estado 51”, el canal de Panamá.

Hoy, mientras Gaza acapara atención mediática, Musk reconfigura políticas de seguridad nacional mediante SpaceX y Neuralink, casi sin supervisión pública. Al mismo tiempo, se difumina el impacto de derrotas judiciales como la reciente invalidación de su orden contra la ciudadanía por nacimiento, un revés a sus políticas migratorias.

Las consecuencias son tangibles: la frágil tregua en Gaza se resquebraja ante el temor palestino de un desplazamiento permanente, mientras Arabia Saudí y otros aliados árabes rechazan el plan. Pero el verdadero objetivo de Trump es doméstico: confundir, dividir y evadir responsabilidades. El autoritarismo siempre ha usado la distracción como arma, desde el “bombardeo de noticias” de Mussolini hasta el giro de Trump en 2016, cuando desvió atención de los escándalos de Access Hollywood a los correos de Hillary Clinton. Su propuesta sobre Gaza no es política: es humo para ocultar cómo se erosionan las normas democráticas tras cada cortina de caos.

X: @solange_

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS