Mañana, en el corazón de Europa, Bruselas, se reúnen los líderes del viejo continente para discutir no solo su futuro inmediato, sino el destino de las próximas generaciones. Europa vive hoy un momento decisivo de redefinición que, sin duda, moldeará el orden mundial en las décadas venideras. El desafío va más allá de Ucrania; lo que está en juego es la integridad del continente y la supervivencia misma de las democracias liberales.

El día de ayer, en un discurso televisado para los Franceses, Emmanuel Macron advertía que la agresión rusa no “conoce fronteras”. Con voz firme y mirada grave, el presidente galo declaró que la amenaza de Rusia no se detendrá en Ucrania. “Sus palabras, cargadas de urgencia, implican un peligro inminente no solo para Francia, sino para todo el continente europeo. "Quiero creer que Estados Unidos permanecerá de nuestro lado", señaló Macron, dejando entrever una grieta en la confianza transatlántica, "pero debemos estar listos en caso de que no sea así”.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Europa se ha cobijado bajo el manto de seguridad de Estados Unidos. Con un aliado de tal envergadura económica y militar, el viejo continente, tras la caída del Telón de Acero, delegó su defensa a la alianza trasatlántica y al liderazgo estadounidense. Durante décadas, las naciones europeas fueron recortando sus presupuestos militares, hasta el punto en que el mero hecho de aumentarlos se convirtió en un tema polémico, mientras que el desarme se erigía como estandarte del discurso político.

La idea de un mundo sin el liderazgo estadounidense en "el lado correcto de la historia" parecía inconcebible. Sin embargo, los acontecimientos de las últimas semanas, comenzando por el abandono de Estados Unidos a Ucrania, han expuesto las vulnerabilidades críticas en la arquitectura de seguridad europea.

El desencuentro entre el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, el presidente Donald Trump y el vicepresidente J. D. Vance en la Casa Blanca no fue solo un mal momento diplomático; fue el preludio de una ruptura que no ha hecho más que profundizarse. La suspensión de la ayuda militar, la interrupción del intercambio de inteligencia y el cese de operaciones cibernéticas ofensivas contra Rusia han dejado a Ucrania en una posición precaria. Estados Unidos claramente ha abandonado a Ucrania y por ende, también a Europa.

Ahora, ante la amenaza rusa y la incertidumbre del apoyo estadounidense, Europa se ve obligada a rearmarse. Estamos presenciando el nacimiento de un liderazgo europeo renovado, encabezado por figuras como Emmanuel Macron, Keir Starmer y Friedrich Merz. Europa parece ir despertando. La amenaza rusa y la volubilidad estadounidense han sacudido los cimientos de su complacencia, obligándola a enfrentar una realidad incómoda: su seguridad ya no está garantizada por otros.

El compromiso parece ir más allá de la retórica política. Ayer mismo Macrón abría la puerta para extender el paraguas nuclear francés sobre Europa. Un poder disuasorio de los tiempos de la guerra fría. Francia, Alemania, Dinamarca, el Reino Unido, los países del Báltico, todos han ofrecido elevar sus gastos de defensa por encima del 2% en los próximos años. El aumento del gasto militar de Polonia al 4.12% del PIB no es solo una estadística. Es el grito de un país que conoce en carne propia el costo de la invasión. El plan "ReArm Europe" de Úrsula von der Leyen es una revolución financiera y estratégica que busca movilizar 800 mil millones de euros, a través de diversas medidas financieras, en cuatro años y 150 mil millones de euros en préstamos para financiar inversiones conjuntas en defensa europea.

El rearme europeo es un juego peligroso. Cada euro gastado en tanques, cada misil adquirido es un paso más hacia la defensa no solo de Ucrania sino del continente. Pero una Europa débil y vulnerable dependiente de Estados Unidos ya no existe como opción. Su decisión de rearmarse no es solo una cuestión de presupuestos y capacidades militares es una cuestión de sobrevivencia de Europa y de los valores de la democracia liberal en el mundo. La pregunta ya no es si Europa puede permitirse rearmarse, sino si puede permitirse no hacerlo.

X: @solange_

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