“¡Vete al Hades! ¡Vete ya!” Gritó Fotheringay furiosamente al policía.

Momentos después estaba solo.

El señor Fotheringay no era un hombre muy excepcional. El protagonista del cuento de H.G. Wells “El hombre que podía hacer milagros” llevaba una vida ordinaria, no destacaba por su inteligencia ni por su juicio, y pasaba inadvertido en su entorno. Hasta que, sin explicación alguna, descubrió que tenía el poder de hacer milagros, que podía alterar la realidad con un simple acto de voluntad. Lo que comenzó como un simple accidente del destino: encender una lámpara sin tocarla, aparecer un huevo de ganso o hacer levitar un vaso, pronto se convirtió en algo mucho más peligroso. Al enfrentarse al agente Winch en una taberna y ordenarle, entre molesto e incrédulo, que se fuera al infierno, comprobó con horror que sus palabras tenían consecuencias. Winch desapareció. Y Fotheringay quedó solo, con su milagro, su culpa y un poder incontrolable.

La filtración reciente de Pete Hegseth, Secretario de Defensa de Estados Unidos, sobre Yemen en un chat privado, que incluía al propio vicepresidente Vance, sigue esta misma lógica. La información clasificada es tratada con despreocupación porque, en este esquema, las reglas no importan; solo importa el poder de quienes creen tener derecho a usarlo a discreción. Las instituciones, los protocolos y las vidas humanas se convierten en meros detalles frente a la necesidad constante de reafirmación personal.

El caso de Hegseth no es aislado; es parte de una cultura política consolidada durante los meses recientes dentro de la adminsitración de Donald Trump. Un estilo que ha trivializado decisiones trascendentales hasta convertirlas en actos impulsivos, como si fueran simplemente milagros al alcance de la mano.

Pero hay otros ejemplos de esta lógica imprudente: el desmantelamiento sistemático de instituciones clave como USAID y el Departamento de Educación emprendido por Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), encabezado por Elon Musk. Bajo la excusa de “eficiencia”, Musk ha suspendido presupuestos, despedido personal masivamente y frenado programas esenciales de ayuda humanitaria y educación pública. Al igual que el personaje de Wells, Musk utiliza su poder como si se tratara de magia: sin medir consecuencias, sin reflexionar sobre el daño estructural que deja atrás.

Cuando Fotheringay acude al señor Maydig para pedir ayuda, cae en una vorágine peor que la que él mismo había iniciado. Maydig, con sus ansias de reconocimiento y agradecimiento, recuerda a Trump, Vance, Musk y muchos otros funcionarios que también esperan reconocimiento y agradecimiento por sus “milagros”. En la conversación del chat publicada por The Atlantic, el vicepresidente Vance pone en entredicho el tener que estar "haciendo un favor a Europa una vez más", sugiriendo que las operaciones militares en Yemen benefician principalmente a los europeos y sugiriendo explícitamente que Estados Unidos debería exigir a sus aliados europeos muestras concretas de gratitud pública y compromisos de reciprocidad antes de aprobar nuevos apoyos económicos y militares. El tono del vicepresidente no deja lugar a dudas: la política exterior se ha reducido a una transacción, y las acciones estratégicas de Estados Unidos se valoran únicamente en términos de reconocimiento inmediato.

Fotheringay, no actuó con malicia explícita, pero sí con peligrosa irresponsabilidad. Igual que Hegseth, su comportamiento revela una lógica interna más profunda: el poder entendido como un recurso ilimitado, libre de responsabilidades, desconectado de la realidad y sus consecuencias. Esta lógica no solo pone en riesgo operaciones militares o relaciones diplomáticas; también debilita la confianza en las instituciones, socavando las reglas democráticas y las garantías que hacen posible el funcionamiento del Estado.

En el cuento de Wells, Fotheringay termina profundamente arrepentido, deseando desesperadamente revertir lo ocurrido. Su gran error fue creer que todo lo posible debía hacerse, sin considerar jamás las consecuencias. Una lección clara sobre el peligro de ejercer el poder desde la improvisación.

Es posible que algunos actores políticos actuales, como Hegseth y el entorno trumpista, aún no hayan aprendido esta lección. Quizá jamás lo hagan. Hay frases, decisiones y acciones que, una vez lanzadas al mundo, ya no tienen regreso posible. Su historia es una advertencia disfrazada de fantasía. Una advertencia que, en estos tiempos, convendría tomar en serio.

X: @solange_

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