Punto de referencia urbana, escenario de la historia en tiempo real o testigo de concentraciones multitudinarias definitorias de identidad nacional, el Zócalo de la Ciudad de México es también foro de resistencia y lugar de construcción simbólica.

Carlos Monsiváis veía en la Plaza de la Constitución “la asamblea de los que no tienen tribuna, el espacio de las multitudes que quieren existir en la memoria colectiva”.

La convocatoria de la Presidenta Claudia Sheinbaum a la congregación de este domingo ante los aranceles impuestos unilateralmente por Donald Trump alude esa función: hacer del Zócalo el punto de convergencia de una sociedad que no acepta presiones externas.

Si las plazas son espacios de apropiación colectiva, donde la ciudadanía ejerce su derecho a la ciudad, en México se expresa en la reivindicación de la soberanía en la plancha política más importante del país. El sitio por excelencia para el diálogo ante los desafíos, en un momento definido por la Jefa de Gobierno de la capital nacional, Clara Brugada, —acompañada de su gabinete en pleno y de todas y todos los alcaldes— de “unión sin reserva ni condiciones”. No son meros espacios arquitectónicos, sino escenarios donde la autodeterminación se reivindica más allá de colores partidistas o filias y fobias políticas. Son el lugar de la expresión de la mayoría ciudadana. Francisco Cervantes, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, el máximo representante del sector privado, estima la presencia de 300 empresarios este domingo. “Lo que estamos ahorita haciendo es un frente común con la Presidenta, apoyándola”, dijo el miércoles al salir de reunión en Palacio Nacional.

A lo largo de la historia, las plazas más emblemáticas del mundo han sido escenarios de discursos en defensa de la soberanía. En 1940, desde la plaza del Parlamento en Londres, Winston Churchill llamó a resistir la amenaza nazi con su célebre frase: “We shall never surrender” (“Nunca nos rendiremos”). Cuatro años después Charles de Gaulle se dirigió a los franceses en la Place de la Concorde para proclamar la liberación de París.

En el Zócalo, Lázaro Cárdenas proclamó la expropiación petrolera de 1938. Ahora, la imagen de miles de personas reunidas en el corazón político de la capital nacional no es solo acto simbólico, sino demostración de construcción de soberanía y participación colectiva.

Las negociaciones comerciales, en las cuales aparentemente nada es suficiente —ni el envío de 29 narcos o 10 mil elementos de la Guardia Nacional en la frontera—, requieren no solo de estrategias diplomáticas, también demostración de unidad interna.

Jürgen Habermas consideraba las plazas como la representación de la esfera pública donde se construye opinión y voluntad popular. En ese sentido, el Zócalo es la geografía de la democracia.

@guerrerochipres

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