En un contexto de cambio de régimen al cual se llegó desde la crítica a lo innecesario o superfluo y teniendo en contra a la oposición inhábil para generar temas más importantes que los aparentes resbalones de morenistas destacados, no todo lo legal es necesariamente legítimo a los ojos de la ciudadanía y menos a los de la opositora.
Actos cotidianos amparados en el derecho individual chocan con expectativas colectivas.
Cuando una figura vinculada al poder viaja, consume o descansa, los límites entre lo privado y lo público se disuelven en perjuicio de la privacidad del personaje mediático. Y no porque la sociedad tenga derecho a invadir la intimidad de las personas, sino porque en México y en cualquier otro lugar todo privilegio —real o percibido— se convierte en comidilla y también en síntoma de pugnas internas adelantadas.
La controversia por el viaje de Andrés Manuel López Beltrán a Japón es ejemplo de esa tensión. Se trata, según lo expresado por él mismo en una carta pública, de unas vacaciones costeadas con recursos propios, aunque elude referencias a la narrativa obradorista, a las compras en Prada o los recorridos por Tokio en contraste con la creíble sobriedad de su padre Andrés Manuel López Obrador.
Esa respuesta escrita —imprevistamente puesta en duda por Gerardo Fernández Noroña con un “sea quien sea que la haya hecho, es malísima”— tiene el mérito de la asertividad. Rechaza la narrativa construida desde la oposición al obradorismo y cuestiona “la agresividad del hampa del periodismo”. Desaprovecha la oportunidad de reconocer un periodismo con predominio auténtico del interés público. Tampoco puede descartarse la curiosidad y la irritada disposición de turistas mexicanos opositores a exhibir prácticas contradictorias con el discurso de austeridad.
López Beltrán reivindica válidamente la defensa al derecho a la vida privada. Lo que vuelve polémico el episodio no es el viaje, sino el contexto protagonizado por su padre. Ricardo Monreal en su viaje a Madrid o Mario Delgado en Portugal, y decenas de miles de mexicanos que viajan tienen derecho igualmente a su vida privada. El 80 por ciento de los connacionales no tiene vacaciones fuera de su lugar de origen, mayormente la base social del obradorismo.
Benito Juárez eventualmente no coincidiría con viajes al extranjero habituales o frecuentes en la clase media mexicana. Pero estamos en 2025.
“El poder —resumió la Presidenta Claudia Sheinbaum— se ejerce con humildad. Siempre va a ser mi posición. Y a nosotros, ¿quién nos juzga? El pueblo. Nadie más”.
Una forma de interpretar el poder, como lo es también la noción de devolver a la ciudadanía sus impuestos en apoyos a quienes más lo necesitan, con programas sociales como los desplegados desde la CDMX por la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, y una proximidad con los sectores sociales, crucial para la campeona del obradorismo en el centro del país. Hay que ponerse en sus zapatos, de cualquier marca.
@guerrerochipres





