La amenaza de una recesión latente para la economía de los Estados Unidos y para el resto de la economía mundial ha provocado la reacción abierta y pública de grandes empresarios, economistas, políticos y de la propia sociedad estadounidense, sobre todo la que no comulga con el trumpismo.
Las agresivas políticas de Donald Trump, que ya activaron a los norteamericanos preocupados por un retroceso en su democracia, ahora también están despertando a la clase empresarial y pensante de la Unión Americana que, ejerciendo el derecho a la libre expresión que les otorga la Primera Enmienda de su Constitución, han empezado a cuestionar y a alertar sobre los efectos negativos que les traerá la guerra arancelaria declarada por su presidente a China y al resto del mundo.
Y es que tras las protestas masivas que se registraron el fin de semana en los 50 estados de la Unión Americana, ayer aparecieron con declaraciones y posicionamientos líderes empresariales, economistas y presidentes de calificadoras estadounidenses que criticaron las decisiones y posiciones de la administración Trump, expresando que estaría llevando a los estadounidenses a una recesión que, lejos de hacerlos “más ricos otra vez”, podría tirar a su sistema financiero y arruinar la economía de la nación más poderosa del mundo.
La respuesta de China con la aplicación de aranceles de 34% a los productos estadounidenses y el contraataque de Trump con la nueva amenaza a Pekin de imponer aranceles del 50% a los productos chinos si no retiraban sus aranceles anunciados el pasado viernes provocaron un “lunes negro” en las bolsas y mercados de la mayor parte del mundo --si bien Wall Street al final registró pérdidas menores--, también dieron pie para que líderes financieros y empresariales de Estados Unidos salieran a fijar posiciones críticas y en tono de advertencia para su país.
“La economía se está debilitando en estos momentos. La mayoría de los directores ejecutivos con los que hablo dirían que probablemente estemos en recesión en este momento”, declaró ayer Larry Fink, el influyente CEO de Black Rock, el mayor fondo de inversiones del mundo, mientras que el presidente de la FED o Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, lanzaba una advertencia sobre la inflación que provocará la guerra arancelaria de Trump: “Los aranceles probablemente aumentarán la inflación. Se corre el riesgo de incrementar el desempleo y desacelerar el crecimiento en Estados Unidos”.
Dos de los principales bancos de inversión y calificadoras estadounidenses, JP Morgan y Goldman Sachs, también reaccionaron ante la amenaza de recesión que enfrenta la economía norteamericana: “El crecimiento económico se desaceleraría drásticamente tras un fuerte endurecimiento de las condiciones financieras, el boicot de los consumidores extranjeros y un aumento continuo de la incertidumbre política que probablemente deprimirá el gasto de capital más de lo previsto”, advirtió Goldman Sachs en una nota dirigida a los inversionistas, en tanto que el presidente ejecutivo de JP Morgan dudó de la recesión, pero sí habló de caída del crecimiento económico para el PIB estadounidense: “Los aranceles recientes probablemente aumentarán la inflación y están haciendo que muchos consideren una mayor probabilidad de recesión. Queda en duda si el conjunto de aranceles provocará una recesión, pero ralentizará el crecimiento”, dijo Jamie Dimon.
Pero el que sí se lanzó con todo a cuestionar la dudosa estrategia arancelaria de Donald Trump, fue el premio Nobel de Economía 2024 y uno de los más duros críticos del presidente estadounidense, Daron Acemoglu: “La agenda de Trump es muy peligrosa, no se equivoquen al respecto, es muy peligrosa. La incertidumbre es algo que deberíamos esperar porque, como hemos visto, las acciones de Trump son impredecibles, no significa que sean irracionales, a lo mejor hay un plan, pero sea cual sea ese plan, está creando mucha incertidumbre para México”, publicó el también profesor del MIT.
No parece casual que toda esta reacción antitrumpista se haya comenzado a generar tras el llamado que hizo el pasado jueves, desde una conferencia que dio en Hamilton College, de Clinton, Nueva York, el expresidente Barack Obama, quien llamó los estadounidenses, universidades, abogados y ciudadanos en general, a “resistir” ante la agenda impulsada por el presidente Trump: "Depende de todos nosotros solucionar esto, incluyendo al ciudadano, a la persona común que dice: ´No, eso no está bien’", comentó Obama mientras les pedía a sus compatriotas "sacrificarse" por los valores democráticos.
Está claro, pues, que la sociedad pensante y empresarial de los Estados Unidos está despertando y que no comparten el optimismo y la demagogia proteccionista de Trump sobre lo “gloriosos” que serán sus aranceles y la forma en que remediarán lo que él califica de “injusticia” cometida contra su país por el resto de las economías mundiales.
Y mientras todo eso pasa en nuestro vecino y principal socio comercial, donde prevalecen la incertidumbre y los cuestionamientos, acá la presidenta Sheinbaum sigue conservando su “cabeza fría” y mantiene las negociaciones con la administración Trump en busca de una reducción de los aranceles ya impuestos a México, analizando incluso si se le ponen o no los aranceles recíprocos a Estados Unidos, mientras nadie en su gobierno habla de la recesión que también se avecina para la economía nacional, si no es que ya comenzó. No cabe duda que los mexicanos, como sus gobernantes, siempre están mirándose el ombligo, sin inmutarse de la incertidumbre y el miedo que avanza en el mundo.
NOTAS INDISCRETAS… Y mientras los mercados financieros en el mundo arden, el peso mexicano se depreció ayer 2.51%, cerrando en 20.71 por dólar y la Bolsa Mexicana de Valores ligó dos jornadas a la baja con caídas en los principales grupos empresariales mexicanos, la presidenta Sheinbaum, en sus giras populistas de fin de semana, anduvo por la meseta purépecha de Michoacán, lugar en el que, además de hablar de sus recuerdos juveniles en esa zona donde hizo servicio social, presentó el programa llamado “Estufas Eficientes de Leña para el Bienestar”, que consiste en dotar a las familias que viven en las comunidades purépechas de hornos construidos con materiales de ladrillo y chimeneas eficientes para la preparación de sus alimentos. Con una inversión de 500 millones de pesos, anunció la presidenta, se construirán estas estufas que ayudarán a reducir en 50% las emisiones de humo en las comunidades rurales. El programa arrancó en Michoacán, con 16,500 estufas, pero se pretende ampliarlo a todo el país. Hasta ahí la idea de eficientar el uso de los hornos de leña en comunidades rurales suena muy bien y según la secretaría de Energía, Luz Elena González Escobar, la meta es “alcanzar al menos 1 millón de estufas en todo el país”. Pero lo que no dijo la secretaria, ni la presidenta o cualquier otro de los funcionarios que hablaron en el lanzamiento de este programa, es que la idea ya se le había ocurrido, con un programa casi idéntico hace más de 15 años al expresidente Felipe Calderón, nada menos que el “demonio” de la 4T y de la presidenta y el culpable de todos los males actuales, pasados y futuros del país. El 7 de abril de 2008, según una nota de La Jornada, el diario favorito del oficialismo, el entonces presidente anunció en Zinacantán, Chiapas, el programa para dotar a las familias campesinas e indígenas de “estufas ecológicas”, además de filtros de agua y piso de cemento para sus casas. Las estufas de Calderón también ofrecían reducir la emisión de dióxido de carbono. E igual que el pasado domingo Sheinbaum llevó a su secretaria “favorita” Luz Elena González, en aquella gira en 2008, Calderón llevó con él a su entonces secretario favorito, Ernesto Cordero, que como titular de Desarrollo Social explicó las bondades de las “esfufas ecológicas” que servirían para dejar atrás los tradicionales fogones de carbón y con las que “podrán ahorrar leña, calentar más rápido los alimentos, cocinar sin intoxicarse e incluso evitar cáncer”, se dijo en el evento presidencial en Zinacantán, mientras el presidente se comía un taco de frijoles cocinado en las modernas estufas de material y bajo consumo de leña y contaminación. Al final, llámense “estufas eficientes del bienestar” o “estufas ecológicas”, la anécdota sirve para ilustrar que, en este país, pasan los años, los sexenios y los presidentes o ahora presidenta y, sin importar el color, la demagogia o la ideología, al final a los mexicanos siempre les dan “más de lo mismo” o el mismo atole con el dedo. Sirva esto para recordar que, en política, como en la vida, no hay nada nuevo bajo el sol, o como diría el científico Lavoisier, y nunca mejor dicho: en la primitiva y aldeana política mexicana “nada se crea, nada se destruye, todo se ‘transforma’”… Los dados repitieron Escalera. Subida para los tiempos turbulentos.