En España, se desarrolla un acalorado debate acerca de la vivienda catapultado por el movimiento de los “ocupas”. En Brasil, el déficit de vivienda ha llegado a una cifra histórica. En París, los chalecos amarillos —movilizados y contestatarios— hasta el día de hoy son, típicamente, personas que tardan más de una hora en llegar a su trabajo. Quiero decir, el de la vivienda es un problema de nuestro tiempo y contiene en su núcleo la idea misma del derecho a la ciudad. En México, el problema también es crítico y su escenario son las grandes urbes, zonas metropolitanas y las ciudades medias. Una situación que es pues nacional a gran escala, crónica y que afecta sobretodo a las generaciones jóvenes.
México cuenta con 41.3 millones de viviendas, pero hacen falta otras 8.2 para solventar la demanda adicional. Se calcula que existen 6.1 millones de casas deshabitadas, mientras que 7 de cada 10 jóvenes de plano no pueden hacerse de una vivienda, por lo que el 40% ellos esta obligado a seguir en casa de sus padres. Y algo más: el Estado disminuyó la construcción de vivienda en 60% durante la última década. En esas condiciones se ha creado un mercado inmobiliario indiferente a la situación social real, de modo que las rentas promedio superan el ingreso promedio de la mayoría de los mexicanos. Por la vía del alquiler, una vivienda es inaccesible para la mayoría, sin hablar de la compra que también es prohibitiva, pues el solo interés de financiamiento para poseer una vivienda es accesible para el 20% de la población. Lo que genera otra gran brecha, fractura social y desigualdad.
Es una experiencia social que millones viven a diario y que si seguimos como hasta hoy, está condenada a no tener solución. Y parte de ese problema se debe a que México tiene una sola respuesta, una sola vía para acceder a una casa. Es decir, solo comprando es posible contar con una vivienda. Mientras que los esquemas de alquiler siguen siendo idénticos a los que pusieron en práctica nuestros bisabuelos. Y es esta limitación, precisamente, la que Movimiento Ciudadano esta llamando a superar.
Lo estamos haciendo en el Congreso federal y el núcleo de nuestra propuesta consiste en poner a disposición de las personas que trabajan —sean formales o informales— un abanico de opciones para hacer efectivo su derecho a la vivienda. Por ejemplo, es posible colocar a los gobiernos como aval; es posible desarrollar esquemas para el acceso de los jóvenes a una vivienda independiente apoyada por el Estado; y por supuesto es posible relanzar la construcción de vivienda desde las entidades públicas, siempre vigiladas, auditables y transparentes. Tal y como lo ha planteado nuestra bancada para los fondos del Infonavit, cuya vigilancia pública y decisión tripartita son absolutamente indispensables. Un censo del suelo disponible en nuestras ciudades es una necesidad del desarrollo y la instrumentación de un banco de suelo vía los municipios también lo es.
Nos parece que esta es la discusión más relevante y que tendría que estar reflejada en primerísimo lugar en la elaboración legislativa que cursa en estos días. Las diferencias naturales de las visiones y la tóxica polarización política que padece México, no pueden ser obstáculo para no atender los problemas del país ni para negarse a encontrar soluciones. Movimiento Ciudadano ha argumentado y se ha opuesto a lo que es inaceptable desde el punto de vista social o democrático, pero está dispuesto a acordar cuando existe la posibilidad de construir alternativas viables ante problemas críticos de la nación como es el de la vivienda.
Integrante de Movimiento Chilango