Morena tiene hoy dos propósitos. Transformar la vida del país y ganar todos y cada uno de sus puestos de Poder.
En abstracto, no parece un dilema. Al contrario, parecen ser dos metas coincidentes: si se conquistan todos los puestos de Poder de un país, se le puede transformar más pronto. Y sin embargo, en la realidad, a menudo están siendo dos metas divergentes.
¿En qué casos?
En los casos en que Morena no tiene un buen morenista que pueda ganar en una elección democrática un puesto de Poder. Con “morenista” supongo alguien que sabe cuál es el proyecto de Izquierda de Morena para transformar la vida material de la población.
Por ejemplo, en Morelos hace 5 años, Morena no tuvo un candidato que fuera suficientemente conocido y atractivo para los electores, como para ganar la gubernatura. Entonces colocó de candidato a un futbolista goleador e inmensamente popular, Cuauhtémoc Blanco, que de gobernar o de lo que es la Izquierda sabía cero.
El futbolista goleó en las urnas. Y ha sido el peor gobernador de la historia de Morelos. Ha gobernado a patadas: el crimen es rampante, la corrupción es el método principal de gobierno.
¿Valió la pena que Morena ganara en esas circunstancias Morelos?
No le convino al pueblo de Morelos; tampoco a la 4T.
La pregunta se le repite al partido en Mérida, ahora en conjugación presente, cuando por falta de cuadros ganadores, está por colocar como candidato a un clavadista olímpico, Romel Pacheco, un panista de toda la vida y solo repentino morenista.
No que Pacheco sea idéntico a Cuauhtémoc Blanco. No lo es. Pero se asemeja a Cuauhtémoc en que gobernaría sin aterrizar los ideales de la Izquierda. A decir, disminuir las desigualdades entre la gente-gente. Su mente es panista, su equipo sería panista, su gobierno sería panista. Es decir, neoliberal y conservador. Solo su logo sería de la 4T.
Conquistar todo el tablero político o trasformar la vida del país: ese es hoy el dilema de Morena.
Ser un partido de Izquierda o serlo a veces sí y a veces no, y en el camino perder su identidad de marca.
¿Qué es la identidad de marca?
Imaginemos que Coca-cola decide expandirse a otros sabores y entonces cuando uno compra una lata de Coca-cola, a veces dentro de la lata encuentra refresco de cola, pero a veces encuentra refresco de toronja, a veces un raro experimento: refresco de pistache, y a veces una bebida atroz y venenosa, refresco de petróleo.
Uno dejaría de confiar en las latas de Coca-cola, y con toda razón.
Ahí es donde se encamina Morena: por conquistar el tablero político entero, no es improbable que al emerger de estas elecciones ya nadie sepa qué diablos es Morena.
Caen los dados: clac: ¿es el azar el que decidirá si la identidad de Izquierda de Morena sobrevivirá a su triunfo en estas elecciones?
Me parece a mí que sí está decidiendo el azar. Que el entusiasmo de conquistar todo el tablero político entero, o casi, totalmente factible hoy, le impide a la dirección de Morena frenar y considerar el resultado final.
Hablemos ahora de Baja California.
Morena, que ya es el partido predominante en Baja California, ha entrado en sociedad con uno de los capos locales, Hank Rohn, un billonario priista de nefando historial.
De cerrar el trato, varios peones del corrupto caballero desplazarán a los buenos morenistas locales para ocupar los puestos claves de gobierno —y de ganar, controlarían a Baja California como priistas del peor antaño, retejiendo una mafia, y todo bajo el flamante logo guinda de Morena.
Este es el dilema: que el país, con sus vicios endémicos, transforme a Morena o que Morena transforme al país.
Que por ganar el tablero del Poder completo Morena deje de ser la fuerza que mejore la vida concreta de la gente-gente.
Es la gente-gente que con sus votos sacó del Poder al PRIAN. Es Morena la que está regresándolos al Poder. Y está en la mano de Claudia Sheinbaum desatar la paradoja. En honor de los millones de mexicanos que anhelan un mejor país y han puesto en Morena su esperanza.