Objetivamente, que Morena le diera al joven Yunes a dirigir una Comisión en el Congreso no era necesario.

Ya se sabe. Hace medio año, Yunes le vendió su voto a Morena para decidir la aprobación de la Reforma Judicial: ahí su voto sí era imprescindible porque era decisivo: valía que la reforma sucediese o no.

A cambio se le dio una tregua a él y su familia, los Yunes de Veracruz, en la persecución del largo listado de sus delitos.

Eso era más que suficiente.

Los electores de la Izquierda en su mayoría entendimos el intercambio. Algunos tapándose las narices. Otros más estoicos, considerando que la política no es de puros.

Pero darle una dirección de una comisión pronostica que en algunos años lo veremos como candidato a gobernador.

Ni taparse las narices hace soportable el vaticinio del hedor de la corrupción que implicaría eso.

Dicen algunos de mis amigos zurdos que no importa:

—Tranquila. Yunes gobernador seguiría el proyecto de Izquierda de Morena y aunque robe acá y allá, el querubín y su parentela de diablos serían mucho mejores que un gobernador y su equipo de otro color.

Son tonterías. Explicaciones superficiales. Peor: racionalizaciones de la derrota del ala de los puros de Morena.

La corrupción es un asunto moral: es decir, afecta a la convivencia de la tribu entera.

Traducido en términos económicos, la corrupción destroza el flujo sano de los dineros y los trabajos. Según Raquel Buenrostro, la corrupción del país oscila alrededor de un 20%. Es decir, 1/5 del presupuesto actualmente no se gasta en lo que se debiera, sino se extrae para depositarse en cuentas de banco de los funcionarios.

Una friolera. ¿Qué empresa privada podría funcionar con un robo interno de 1/5 parte?

Ninguna.

Y Muna Buchahin, experta en corrupción, calcula que ese 20% solo se refiere a la extracción de dinero directamente del presupuesto. Calcula que al menos la misma cantidad de dinero se trafica por fuera del presupuesto en tratos corruptos.

Y en términos de eficacia, la corrupción es una tara insalvable. Los gobiernos corruptos hacen con una mano lo que con la otra deshacen. Construyen un tren bueno mientras le ponen rieles torcidas que lo desbarrancará.

Tan tremenda es la tara, que la diferencia entre México y otros países en desarrollo que se volvieron ricos durante las últimas tres décadas es que esos otros países aniquilaron la corrupción en sus gobiernos y nosotros no.

Corea del Sur logró hacerlo y sus instituciones lograron diseñar proyectos acertados que la llevaron a la prosperidad, mientras en México los políticos pusieron su inteligencia en saquear al país.

La aseveración es de Daron Acemoglu y James A. Robinson, en su sabio libro ¿Por qué fracasan las naciones?

Pero no tenemos que mirar a Corea del Sur para entenderlo. Miremos a Morelos.

El reciente gobierno de Cuauhtémoc Blanco —más bien su ausencia de gobierno— y su corrupción, arruinaron al estado.

A Cuauhtémoc se le acusa de haber malversado en 6 años al menos 3, 200 millones de pesos; eso mientras el estado se desbarrancó en los índices de pobreza y delincuencia.

No, Yunes dirigiendo una comisión del Congreso, no es una buena señal. Es la señal de que dentro de Morena los corruptos están ganando la partida moral —y la partida por el desarrollo del país.

Callarlo para proteger el proyecto amplio de la Izquierda, sería concederles de antemano los laureles.

Nada de laureles. Los corruptos no son de Izquierda. Son lo contrario al ánimo de la Izquierda de expandir el bienestar a todos: son depredadores individualistas y su lugar no es presidiendo una Comisión del Congreso.

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