Estos son los crujidos más sonoros.
La primera democracia moderna y su faro durante un siglo, los EUA, están mutando a ser una monarquía.
El país del pueblo donde la idea de un Dios único y una moral universal se engendró, el país del pueblo judío, se ocupa del asesinato metódico de la pequeña Gaza.
La desigualdad económica de hoy es la más abismal habida. El 0.6% de la población, los billonarios, detentan más riqueza que el 60% más pobre.
La Inteligencia Artificial crece hoy como una selva, siguiendo sus propios procesos autónomos y desconocidos, aun para sus inventores.
La confusión entre la verdad y la mentira en los medios de información ya es la nueva normalidad.
Y el clima lleva una década enloqueciendo.
Y más.
Y todo eso al mismo tiempo.
Lo que está crujiendo y empezando a quebrarse es el Sistema mismo de Occidente.
El sistema de convivencia: la democracia. El sistema económico: el capitalismo. Y el sistema extractivo de la naturaleza que lo sostiene.
Y más.
Está crujiendo el mismo Humanismo –esa creencia fundacional del Sistema, que pregona que en la tribu humana están las mejores respuestas para la tribu humana, sin necesidad de un Más Allá.
Un más allá: un Dios como en los tiempos previos al Humanismo, el de las teocracias.
El Humanismo está siendo rebasado por todos sus flancos, y la fe en el Sistema se ha quebrado.
—Vámonos a vivir a la selva —me dijo mi mejor amigo hace un año.
Y él se fue.
—Vámonos a vivir a la orilla del mar –muchos jóvenes han venido haciéndolo.
—Vivamos en mi huerto —me pide mi mejor amiga, la bióloga, que desde hace diez años ha cultivado su huerto, que además es su laboratorio, donde inventa variaciones de especies.
Limoneros, naranjales, mandarinas, plantas de maíz con elotes, y muchos gatos, perros, y una vaca en un claro soleado de pasto verde.
Los mejores, los que deberían guiar, son los que más a menudo están tocados por la tentación de escapar del Sistema, no porque el Sistema les sea misterioso, sino por lo contrario.
Lo conocen demasiado bien y le han visto el esqueleto y no les gusta.
El esqueleto del Humanismo les parece risiblemente insuficiente. ¿Los humanos son lo único que cuenta en el planeta mal llamado Tierra? ¿Los humanos saben qué hacer con la vida? ¿No hay al centro de cada político un ego soberbio y al centro de cada empresa económica un puro egoísmo?
El esqueleto del Humanismo es un esqueleto herrumbrado por los pecados humanos: la mentira, la corrupción y el egoísmo.
Y lo peor es que, por primera vez, el sistema está demostrando ser inepto para solucionar sus propias fallas.
¿Estoy siendo catastrofista?
Más bien creo ser descriptiva.
Lo cierto es que las comunidades que emigran fuera del ruido de las polis, las ciudades, son cada día más comunes.
Gente que ya no lee a diario las noticias; no interactúa en las redes sociales; que mantiene circuitos muy cerrados de amigos que conversan y comercian en la realidad o el ciberespacio.
Y desde esas comunidades, fuera del caos y su estridencia, mirado desde la tranquilidad del huerto, los crujidos de hoy se escuchan y entienden distintos.
Lo que ocurre es que estamos mutando de paradigma. El Humanismo es el cascarón quebrado de un huevo, a punto de desmoronarse y liberar la clara y la yema de un paradigma nuevo.
Un paradigma que por primera vez incluya a la Naturaleza.
No necesitamos un nuevo Dios, no necesitamos más filosofía, necesitamos alinear lo humano a las únicas leyes no hechizas de la vida, las únicas leyes por sí mismas inviolables: las leyes naturales.
He ahí ese Más Allá que hoy necesitamos.
Ningún paradigma es eterno. Las teocracias fueron sustituidas por el Sistema Humanista cuando se volvieron ineptas para comprender los nuevos conocimientos y problemas que la tribu humana fue acumulando a partir del Renacimiento.
¿Cómo englobar en el paradigma teocrático el descubrimiento de que la Tierra no es el centro del Universo ni ha sido creada en siete días?
¿Cómo englobar en ese paradigma la acumulación de los conocimientos de las flamantes ciencias de la geología y la biología?
¿Cómo proteger a los muchos del monstruoso complejo fabril-militar creado durante la Industrialización?
El paradigma religioso crujió y se quebró en un proceso de siglos, mientras el paradigma Humanista se formaba a su vera.
Los primeros que huyan del paradigma humanista serán los primeros en llegar al nuevo paradigma Naturalista, con su nuevo mapa que abarque mucho más que lo humano y una nueva nomenclatura para nombrar las cosas.
Empezaremos por nombrar al planeta Agua, no Tierra. Seguiremos con el uso de las nuevas tecnologías para cifrar objetivamente la totalidad de los hechos planetarios y tomar decisiones verídicamente científicas y globales.
Emergerán nuevas soluciones desconocidas para los antiguos, que así seremos llamados nosotros: los antiguos.
Buen domingo, que se llamará de otra forma.

