Para saber lo que sucedió en la elección de Clara Brugada, no hay que mirar hacia el Palacio Nacional, sino a lo que sucedió a ras de tierra en la Capital del país y en la prensa de Izquierda.
Lo que primero sucedió fue que a los electores que solemos votar por la Izquierda, el candidato puntero, Omar García Harfuch, no nos convenció, por razones concretas. Porque al mostrarse en sucesivas entrevistas, mostró que carecía de ideología y de un proyecto de gobierno para la Capital de la República.
Y en cambio nos entusiasmó Clara Brugada, también por razones concretas. A decir, por sus logros sociales en la alcaldía de Iztapalapa, perfectamente transferibles a la CdMx.
Lo segundo que ocurrió, fue que los electores usuales de la Izquierda y los periodistas que nos identificamos con la Izquierda empezamos a apalabrar nuestra preferencia de forma pública, en las redes sociales, en la prensa y en youtube, al pie de las entrevistas de Harfuch o de Clara.
Invito al lector curioso, a la lectora, a revisar esos miles de recados de ciudadanos de a pie.
Y pronto, también los militantes de Morena hicieron lo propio: manifestaron su favor por Clara Brugada en público. Y de golpe, casi todos los fundadores de Morena también lo hicieron. Se publicó un desplegado en que estaban incluidos 800.
En cosa de 5 semanas había una enorme efervescencia en la Izquierda y entonces, espontáneamente, la conversación en las mesas de análisis se llevó al terreno del diagnóstico, dado que la Capital es hoy todavía el epicentro de la Izquierda.
Acá se jugaba el porvenir de Morena, se dijo con razón. O en adelante Morena sería un partido genérico, que tiene todo tipo de candidatos —de Izquierda, de Derecha y de Dónde Sea— un nuevo PRI— o sería un partido de Izquierda.
Ser o no de Izquierda: así se planteó el dilema de Morena. Y Harfuch pasó a representar el no ser de Izquierda y Clara el ser de Izquierda.
El debate se tradujo entonces en momentos icónicos. En la FIL del Zócalo, Lorenzo Meyer le preguntó al público que abarrotaba una carpa:
—¿Harfuch?
La gente abucheó.
—¿Clara?
La gente lanzó vivas.
Y en el mitin de Claudia Sheinbaum en la Arena México, cuando ella pidió a los asistentes:
—U-ni-dad.
Ellos le replicaron:
—U-to-pías.
Siendo las Utopías los centros deportivos y culturales que Clara ha construido en Iztapalapa.
Tal vez, solo ella lo sabe de cierto, fue en ese momento en que Claudia Sheinbaum de verdad escuchó lo que quería el movimiento que ahora ella lidera.
¿Lo habló ella luego con el presidente? Solo ellos lo saben. Tampoco se sabe si Claudia ordenó que las encuestas oficiales de Morena fueran pasadas por el criterio particular de paridad de género que eligió a Clara, o el resultado fue limpiamente numérico.
Lo que sí se conoce es la respuesta final de Claudia al debate público y sonoro que sostuvo la Izquierda. Al día siguiente del nombramiento de Clara Brugada como candidata, Claudia en Monterrey dio un largo discurso al respecto, de donde rescato la idea central.
—Se manda obedeciendo.
Es decir, Claudia prefirió no despreciar la voluntad de la gente de Izquierda y no imponer a un candidato que podría fracturarla.
Sí, estoy al tanto de las otras versiones que corren para explicar la elección de Clara Brugada y que localizan sus causas en un despacho del Palacio Nacional, donde el Presidente dio manotazos para descarrilar las decisiones de su heredera, Claudia Sheinbaum.
Bueno, son entretenidas, lo malo es que transcurren íntegramente en el País de las Conjeturas, (por cierto: en la sección de las conjeturas patriarcales, donde un patriarca todopoderoso manda sobre obedientes poblaciones zombies) y no son tan interesantes como lo que realmente ocurrió de forma pública y a ojos de todos.
Lo que sucedió fue el animado debate público en la Izquierda que involucró a cientos de miles de personas y que recién he relatado.
Y de ese debate la Izquierda emerge confiada en que es numerosa, diversa y vocal, tiene mecanismos para llegar a acuerdos –y está muy viva.