Se lo pregunto a quién ya lo ha hecho. A Audrey Tang, ministro digital de Taiwán.
Cuando Audrey fundó el cargo y empezó a ejercerlo, en el año 2016, 9% de los taiwaneses declaraban tener confianza en el gobierno, seis años después lo declaraba más del 70%.
—Nos propusimos la Transparencia Radical —me cuenta Audrey.
Para ello se colocaron cámaras en cada oficina de gobierno, incluidas las de los ministros, y cualquier ciudadano podía acceder a ver y escuchar lo que ahí sucedía, aún durante juntas.
O más bien, especialmente en las juntas, cuya programación se hizo pública.
Pero lo principal fueron los frecuentes plebiscitos.
Gracias al internet y la Inteligencia Artificial hoy realizar votaciones es relativamente fácil y barato: la parafernalia de las elecciones —publicidad, urnas, conteo de votos— la asume la tecnología.
—Así la democracia se vuelve una realidad. Una conversación circular continua entre la gente y el gobierno.
Me cuenta Audrey de algunos de los aprendizajes durante los plebiscitos.
—Debía decidirse si se retrasaría el horario del país por una hora. Se votó y 2/3 de los electores quería que sí se atrasara y 1/3 no quería que el horario se moviera. ¿Qué hacer entonces?
Había tres soluciones.
Una, se retrasaba porque lo decidió la mayoría. Dos, se promediaba: se movía el horario 45 minutos, lo que hubiera hecho infelices a todos. O tres, se seguía debatiendo los pros y contras de cada decisión.
Alejado el asunto de toda ideología o partidismo, se siguió debatiendo qué cosa beneficiaba a más personas y de mayor forma.
—Y es que la democracia debe tratar de problemas y soluciones concretas, no ideológicas o filosóficas.
En la siguiente votación se había creado una hipermayoría.
—Y se cambió el horario.
Es decir, es importante que los debates sean suficientemente extensos para llegar a decisiones inteligentes.
Me cuenta luego Audrey sobre cómo encontrar las preguntas acertadas.
—En otra ocasión se discutía si deberían prohibirse en internet las imágenes creadas por la Inteligencia Artificial.
Luego de un intenso debate y una votación, nadie estuvo feliz con el resultado. Así que se afinó la pregunta, que se volvió ésta, más precisa: ¿las plataformas de internet deben ser responsables —o no— de que las imágenes fabricadas que circulan en ellas estén firmadas?
Esa pregunta más inteligente provocó el voto masivo por el sí: las plataformas sí debían ser multadas si no asumen su responsabilidad y dejan circular imágenes artificiales no firmadas.
—Supón que alguien usa la cara de Audrey Tang para vender algo, y es una imagen generada por IA que engaña a la gente. En Taiwán ahora es ley que la plataforma, Facebook o Tik Tok o Instagram, la que sea, pague una multa si lo permite.
Me cuenta de otro aprendizaje. Las posibles respuestas de la población pueden ser mucho más diversas y finas que un SÍ o un NO.
—Los electores son los que están más cerca de los problemas y los conocen mejor que los funcionarios.
Primero se puso a votación si los autos de Uber podían cambiar sus tarifas a su discreción, como los Uber pretendían. Luego se afinaron las posibles respuestas: se puso a debate cuáles eran las condiciones que podían determinar el cambio de tarifas.
Al final se aprobó por mayoría que los autos de Uber podían cambiar sus tarifas atendiendo a tres condiciones: el horario, la geografía y la intensidad del tráfico, y luego se aprobó cuánto podían cambiarlas dado el cruce de las tres condiciones.
Algunos se escandalizan en México porque la gente elegirá en las urnas a jueces este 1 de junio: en Taiwán la gente hoy decide votando cien otros asuntos nacionales —y nosotros podríamos hacerlo.
La Democracia Circular —los plebiscitos frecuentes— serían una novedad espléndida. Y también, ¿por qué no?, la Transparencia Radical —acceso a todas las oficinas de gobierno.