A partir de la toma de posesión de Claudia Sheinbaum, en la Izquierda inició un movimiento de conciencia.
Era tiempo de separar al proyecto de la 4T de la corrupción.
Es decir, era tiempo de distinguir a los corruptos de entre los cuadros de la 4T, y expulsarlos del proyecto.
El enemigo está dentro, escribió famosamente Jorge Zepeda Patterson.
Y otros escribimos del por qué.
La corrupción son los engranajes de un gobierno con el Crimen y con el Gran Capital. En México ningún gobierno se ha salvado hasta hoy de que el Crimen y el Gran Capital capturen a uno de cada diez de sus burócratas, y así destruyan su proyecto.
Nada de qué admirarse: dentro de la militancia y los electores de Morena la idea de expulsar a los corruptos se generalizó.
¿Para qué tanto esfuerzo en construir una Izquierda si correrá la mala suerte de convertirse en el PRI o en el PAN?
La presidenta Sheinbaum parecía la idónea para limpiar de corruptos al proyecto, por la firmeza de su carácter.
Y el tiempo parecía también propicio. Claudia gozaba de una popularidad extraordinaria entre los electores. 8 de cada diez aprobaban su figura.
Claudia sin embargo nunca respondió al reclamo de emprender esa guerra. Al menos no respondió de forma directa. Parecía que no la consideraba entre sus planes.
Pero al cruzar el umbral de su primer año en la presidencia, Claudia ha iniciado la limpia, por cierto conservando ese silencio, y usando en ello todo el Poder que resulta de ocupar la oficina más poderosa del país.
Una oficina cuyos teléfonos conectan directamente con los secretarios de Estado, incluyendo a las cabezas de las Fuerzas Armadas y de la Marina, y con los 22 gobernadores afines a Morena.
Hoy sucede que auspiciadas y vigiladas desde esa oficina, dos grandes limpias están ocurriendo.
En Tabasco, el actual gobernador Javier May, compañero político de la Presidenta, fue quien delató que el cartel de la droga local, La Barredora, fue liderado por el secretario de Seguridad del exgobernador Adán Augusto López.
El exsecretario de Seguridad fue recién apresado en Paraguay, y en breve rendirá su declaración, en la que probablemente irán quedando claras las responsabilidades de Adán Augusto, hoy jefe de bancada de los senadores de Morena, y de dos otros exgobernadores, el previo a May en Tabasco y el anterior de Chiapas, los dos de Morena.
Eso en tanto que el secretario de Seguridad nacional, Omar García Harfuch, instala ya una nueva policía en la entidad.
La segunda limpia sucede en las aduanas del país.
El escándalo ocurrido luego de que un gran buque fuera descubierto introduciendo de contrabando a Tamaulipas 240 mil litros de gasolina, ha detonado una averiguación en la gigantesca red de huachicol fiscal.
La gigantesca red ha operado desde tiempos de Peña Nieto y hasta nuestros días, y la extensa averiguación actual está dirigida ni más ni menos por el secretario de la Marina de esta Presidenta.
La barredora de corruptos en las aduanas implica hasta hoy a tres empresarios, seis marinos y a cinco exfuncionarios de aduanas -y podría llegar a implicar a gobernadores vigentes y exgobernadores de hasta seis estados.
Esto es algo que no habíamos visto en México.
Las delaciones de la corrupción esta vez no han venido de la prensa o de la Oposición, como siempre ocurrió, sino desde el gobierno.
Y el presidente en turno no ha intentado hacer pequeñas las crisis resultantes.
Fox, Calderón, Peña, el mismo López Obrador, ante escándalos de corrupción, reaccionaron siempre como ante un ataque a sus personas, y calcularon siempre el costo mínimo posible para su equipo de funcionarios.
Entregaron a la Justicia a un peón, acaso y con dolor a una torre, o peor: entregaron solo una vaga promesa de investigar el asunto, para proteger su lado del tablero.
Y algo más: tampoco se habían emprendido antes averiguaciones de estructuras del crimen así de extensas.
Es evidente ahora: Claudia está haciendo las cosas de otra forma.
Dicho breve, es el primer presidente mexicano que ha puesto a su gobierno a limpiar al Estado.
O hasta hoy eso parece.
Ya veremos si las extensas averiguaciones llegan hasta los últimos responsables.
Si lo hacen, sería un cambio de rumbo decisivo para el país.