Seamos realistas y, sobre ese cimiento, adoptemos un optimismo informado. El futuro de la democracia en México y el mundo está en juego ante una nueva amenaza que se cierne en el horizonte: el auge de los gobiernos populistas, de los caudillos y de los líderes autoritarios, con su retórica incendiaria y sus estrategias de manipulación, polarización y “verdades” propagandísticas. Sin embargo, hay una herramienta poderosa para enfrentar esa sombra, una herramienta que ha sido prematuramente satanizada, pero que puede ser nuestro mejor aliado en esta lucha por la pluralidad y las libertades: la Inteligencia Artificial (IA).
Se han señalado mucho los riesgos de la IA: la desinformación, los deepfakes, la manipulación de la opinión pública, pero concentrarnos solo en esos peligros es tener poca fe en el criterio ciudadano. Debemos mirar más allá, ver el enorme potencial de la IA para fortalecer, no para debilitar, nuestra democracia. Ya es tiempo de dejar atrás el pesimismo global sobre la libertad y ver que nunca habíamos tenido tanto para defender la pluralidad.
La IA, a diferencia de las estructuras y medios tradicionales de trabajo, comunicación e influencia social, no es un monopolio del Estado. De hecho, es todo lo contrario, es una fuente y herramienta abierta que permite que un solo ciudadano o ciudadana pueda hacer el trabajo de miles y llegar a millones. Su accesibilidad es tal que está al alcance de la ciudadanía y de una amplia gama de actores, incluyendo a los propios medios de comunicación independientes o las organizaciones de la sociedad civil.
La IA, en sus múltiples formas, puede ser una herramienta de pluralidad. La IA puede facilitar el acceso a información verificada, a datos objetivos y a diferentes perspectivas. Sistemas de AI pueden contrastar información, permitir al ciudadano verificar noticias, desglosar e interpretar datos complejos y facilitar la búsqueda de fuentes fidedignas. Todo esto está al alcance del ciudadano de a pie y sin presupuesto, es —pues— la herramienta ideal de la libertad.
La IA puede ser un escudo protector contra el tsunami de mentiras que generan los regímenes autoritarios, es cosa de aprender —sí, aprender— a utilizarla. Que los autócratas la estén explotando de forma preferencial no quiere decir que sea o será su territorio, de hecho, insisto, terminará siendo todo lo contrario.
Piensen en las herramientas de colaboración ciudadana, en las plataformas digitales que faciliten la organización comunitaria, en los sistemas que permitan la participación y el escrutinio de las decisiones de gobierno que la IA puede hacer viables. Es cierto, debemos ser cautos con la IA, pero quedarnos paralizados por el miedo sería igual a la derrota. La IA es una herramienta para contrapesar, para empoderar y para defender la verdad. Es un contrapeso a la pobreza de argumentos y la manipulación de la que hacen gala los caudillos.
La prensa en tiempos de Gutenberg no trajo más represión, sino la explosión de la libertad. La radio lo mismo, cuántos movimientos contra la tiranía y la dictadura florecieron ayudados por la clandestinidad de una transmisión radial y recordemos poder de la TV para transmitir imágenes que rompieron el totalitarismo soviético.
Albert Einstein lo tenía muy claro, si una nueva tecnología que debía ahorrarnos trabajo y hacernos la vida más fácil nos aporta poca felicidad, miedo y pesadillas, es probablemente porque aún no hemos aprendido a usarla con tino. Afinemos la puntería de las herramientas democráticas. Empecemos hoy.
Diputado federal