La democracia mexicana enfrenta una encrucijada mayúscula: seremos un país en el que los ciudadanos vivirán como se les diga, con políticas hechas a rajatabla y para generar una sociedad uniformada dentro de un solo molde o —por el contrario— seremos una sociedad donde los mexicanos serán dueños de sus destinos, alentarán sus iniciativas y podrán aspirar a ser parte de una Nación en la que nos unan valores de diversidad, solidaridad y, sobre todo, libertad.
Morena propone un país simplón y paternalista en la peor definición: Un país construido en torno al gobierno, uno de menores de edad siempre necesitados de la protección y gracia presidencial como pater maximus. Ante eso, la coalición Fuerza y Corazón por México tiene la oportunidad de proponer un país hermosamente complejo: uno que agregue las ideas e iniciativas de los ciudadanos, en el que nadie deba ponerse la camisa de vida y de fuerza que otros decidan, en donde nos asumamos mayores de edad y propietarios de nuestro destino.
Vayamos por un país en el que cada uno pueda valerse por sí mismo y tenga alas y piernas, antes que manos suplicantes pidiéndole al gobierno o saludando la intolerancia. Por eso la democracia co-laborativa es la mejor oportunidad de la que disponemos para darle un corazón fuerte a este país. Esa co-laboración para definir el rumbo exige emprender en los próximos meses un ejercicio de humildad sin precedentes: preguntarles a los mexicanos qué quieren y necesitan. Es decidirse a empezar a crear de inmediato un Catálogo Nacional por ciudadano y por familia sobre los que les hace falta para salir adelante y vivir mejor.
Se trata, por ejemplo, de visitar a un productor rural y entender que él o ella necesitan apoyo preciso para un sistema de riego y hacer de esa necesidad una parte obligatoria y especifica del futuro Plan Nacional de Desarrollo. Es reunirse con un joven y registrar como compromiso impostergable el capital que necesita para su micro-empresa. Es firmar con mujeres la promesa formal del crédito colectivo que les urge para arrancar su comercializadora. Es ponerle fecha a la operación médica que una familia requiere para uno de sus miembros y asegurarse que se hará con calidad en un hospital público o privado.
Es tener la humildad de tomar nota, generar un código QR que tenga validez oficial para reclamar acciones y recursos para cada ciudadano y crear un amplísimo Catálogo Nacional de las prioridades de bienestar del país definidas por los propios mexicanos. Es ahora o nunca.
Se trata de tener una plataforma de propuestas que sea de todos, porque todos tenemos una apuesta y proyecto real en ese instrumento. Es darles a los mexicanos la confianza total de que nadie mejor que ellos sabe dónde residen sus posibilidades de éxito, ingreso y una vida más feliz. Es entender que la suma de esas micro iniciativas generará el mayor bienestar colectivo posible.
En 4 meses y días los mexicanos van a salir a votar y tendrán frente a sí la necesidad secuestrada de votar por el clientelismo populista que les permita sobrevivir sin mayores expectativas o podrán a salir a votar por lo que realmente quieren y merecen. Para que eso ocurra hay que recopilar la voz ciudadana, ya sea yendo al territorio, casa por casa, o con las opciones increíblemente flexibles y accesibles que hoy la tecnología pone a nuestro alcance.
Dejemos atrás la grandilocuencia y demos a la encrucijada del 2024 un contenido tangible y sustantivo. Que cada uno sepa por lo que está votando y que decida si quiere ser súbdito o ciudadano. Hagamos viable ese contraste, construyamos la posibilidad cierta de la alternativa.