Como cada año, aun cuando Halloween ya pasó, analistas y comentaristas de temas económicos reviven todo tipo de fantasmas sobre los posibles efectos negativos del incremento al salario mínimo (SM).
Aducen mentiras y falacias disfrazadas en “medias verdades” con saltos conceptuales que no resisten un análisis riguroso basado en evidencia. “Saltan” conceptualmente y sin pudor del SM a los salarios en general, de ahí a los costos de producción y luego al aumento de precios. Son 3 saltos mortales carentes de rigor ni precisión.
El mito más común y que pese a la evidencia empírica se niega a morir es el “efecto inflacionario” del incremento al SM. Llevamos casi 9 años de incrementos sin que haya efecto inflacionario alguno.
Hay varias razones:
Por un lado, el salario mínimo dejó de ser “unidad de medida” de otros precios a partir de la creación de la UMA en 2015. Por otro lado, y quizá lo más importante, porque la recuperación del salario mínimo utiliza una fórmula que evita que el aumento al SM se traslade al conjunto de los salarios.
La fórmula “monto independiente más porcentaje de referencia” ha permitido que el salario mínimo general (SMG) suba en términos nominales 227% y en valor real 133% entre 2018 y 2025, mientras que el salario promedio de trabajos formales subió 77% en términos nominales y sólo 27% en valor real en el mismo periodo (datos IMSS). Se equivocan quienes confunden incremento al SM con incremento “a los salarios”.
Los datos económicos de las empresas sustentan porque no hay efecto inflacionario del SM. En promedio, el gasto total en remuneraciones es el 10.7% del gasto total de las empresas. En las micro es 8.9%, en las pequeñas 10.2%, en las medianas 8.8% y en las grandes 12.3% (INEGI. Censos Económicos 2024).
Respecto a los ingresos la proporción es menor. Dado que el ajuste al SMG es sólo una parte menor del conjunto de las remuneraciones, el impacto final en los costos es marginal.
A nivel macroeconómico, el SMG tiene todavía margen de incremento pues la proporción del total de las remuneraciones salariales en el producto nacional (PIB) es mucho menor al de los países desarrollados e incluso al de países como Chile, Colombia o Brasil. Mientras el SMG esté subvaluado tiene margen de crecimiento. La meta trazada por el gobierno para que el SM alcance un monto de 2.5 canastas básicas en 2030 es totalmente viable.
El primer paso es que en 2026 el SMG alcance el monto necesario para 2 CB y supere el umbral de pobreza. Según las estimaciones de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, el costo promedio de la CB sería de 4,850 pesos al mes, por lo que se requiere un SMG de 9,700 pesos, esto es 323.33 pesos al día, un ajuste UNICAMENTE al SMG de 16%.
La inminente revisión de los SM debe hacerse con cuidado. Por un lado, aumentar el SMG para que alcance para 2 CB durante el año. Por otro lado, reducir la brecha entre SMG y SMF. Este último ya sobrepasó la meta de 2030 (2.5 CB). Ahí sí, su monto puede generar efectos adversos en inversión y creación de empleo. Al SMF le basta un ajuste por el porcentaje de inflación (alrededor de 4%).
El nuevo mito preferido es que no se pueden aumentar los salarios si no sube la productividad. Siendo una media verdad, nuevamente se “salta” del SM a “los salarios”. Más bien, concuerdo con lo que afirmó ayer la presidenta Sheinbaum: el aumento en los salarios contribuye a incrementar la productividad. O sea, la realidad en México es al revés: para incrementar la productividad hay que subir los salarios más bajos (no todos).
Las experiencias de adopción del salario digno —que va más allá del SM— confirman que las empresas que se comprometen en serio con mejorar la calidad de vida de quienes menos ganan, mejoran su productividad. Se puede ganar más por pagar mejor.
Consultor internacional en programas sociales. @rghermosillo

