La historia de los grandes imperios está unida indisolublemente a la historia de los grandes personajes; sin embargo, la vida de las personas es finita. Por eso, el éxito de los imperios que realmente han logrado perdurar a lo largo de la historia depende de la profundidad de las ideas bajo las cuales fueron fundados.
Macedonia era un reino que no tenía un gran ejército o una gran población, pero la visión de Alejandro Magno fue la fuerza motora que le permitió a éste, a sus 20 años, expandirse a la antigua Grecia, Persia y Egipto. Él tenía la costumbre de nombrar “Alejandría” a las principales ciudades conquistadas, con la intención de que la grandeza de su imperio y de su persona fuera recordada tras su muerte.
Luego de su fallecimiento, sus generales se disputaron el control: intentaron dividir los territorios, generando una falta de identidad y de unión, minando la fortaleza del imperio y provocando su colapso en menos una década. Así, la ambición, inherente a las emociones humanas fue el germen de la caída.
El caso de los Estados Unidos no es tan distinto. Formó parte del Imperio inglés, y se fundó a través de trece colonias que lograron su independencia, luego de encontrar una identidad propia generada por los padres fundadores.
La historia moderna hizo que este país independiente se convirtiera en una nación hegemónica que, sin la necesidad de invadir ni construir colonias, logró influenciar el desarrollo de países independientes, a través del control del mercado internacional, haciendo de la globalización y de la supuesta protección de la democracia claras herramientas de dominación.
Pero esta hegemonía, basada en la idea del país defensor de la democracia y la libertad, se vio amenazada por la globalización, de tal manera que naciones como China y Rusia, con ideologías distintas, pero altamente competitivas en la esfera económica, ponen en riesgo de caída a este “imperio moderno”.
Frente a esta amenaza, Donald Trump centró sus dos campañas en una idea que busca reposicionar la hegemonía: “hacer grande” a su país nuevamente. Para intentar cumplir esta promesa, él y su administración realizan acciones que se alejan de los principios que los convirtieron en una nación potente (la diversidad cultural como principal fortaleza) y se acercan más a esos intentos desesperados y violentos que marcaron las caídas de los imperios.
En este escenario, no puede permitirse que las provocaciones definan nuestras respuestas. Por ello, es acertada la postura de la presidenta Claudia Sheinbaum de actuar con “cabeza fría” e implementar diversas acciones en lo inmediato, como evitar la imposición de aranceles a productos mexicanos y activar canales de negociación eficientes que salvaguarden nuestra economía, iniciativas que en el Poder Legislativo estaremos apoyando con unidad y sin titubeos.
También es crucial la activación de un grupo de negociación de alto nivel entre ambos Gobiernos, enfocado en migración y seguridad, con atención especial en el combate al fentanilo. Este grupo podría complementarse con interlocutores cercanos a Trump, como su hija Ivanka, su yerno Jared Kushner y la jefa de su Gabinete, Susie Wiles.
Además, para contrarrestar los efectos negativos de estas políticas, México puede movilizar a sus aliados en EU, incluyendo legisladoras, legisladores, empresariado y organizaciones defensoras de derechos de personas migrantes.
En el mediano plazo, podrían implementarse otras acciones orientadas a una colaboración inteligente. Es probable que los decretos migratorios busquen presionar en tres frentes: renegociación del T-MEC, mayor presencia de agencias de seguridad estadounidenses (DEA, FBI y CIA) y aumento de las compañías petroleras estadounidenses en el Golfo de México, desplazando a Pemex.
Ante ello, y más que nunca, debe reforzarse el compromiso mexicano con el modelo humanista de migración, aceptando y repatriando a las y los migrantes deportados, y mostrando resultados tangibles en el combate al narcotráfico y al tráfico de fentanilo.
Además, debemos permanecer atentos a las declaraciones y acciones de las y los políticos mexicanos conservadores, quienes cabildean en EU para desacreditar al gobierno de Morena. Se trata de acciones que no sólo pueden calificarse como traición a la patria, sino que debilitan nuestra posición como país en un momento crítico.
Una conferencia interparlamentaria binacional podría ser otra herramienta valiosa para fortalecer los acuerdos bilaterales y garantizar su respaldo legislativo. Reitero: en la Cámara de Diputados estamos preparadas y preparados para apoyar todas las medidas implementadas por la presidenta, a fin de demostrar que México es una nación libre, soberana e independiente, pero también un socio estratégico confiable.
Nuestra presidenta dejó en claro que México no se doblegará ante presiones ni provocaciones. Su liderazgo y su visión confirman que, aunque los retos son grandes, la cooperación, el diálogo y la acción oportuna son las mejores herramientas para enfrentar estos y otros desafíos ante la segunda administración trumpista. No debemos olvidar que las naciones avanzarán y prosperarán cuando se entienda que los imperios y la hegemonía nacional son temporales, y que lo realmente importante es valorar la grandeza de la humanidad.
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