No cabe duda de que la historia de México está hecha de momentos que forjaron el carácter de nuestro pueblo. Recordemos, por ejemplo, los años más oscuros de la Intervención francesa, cuando las tropas extranjeras ocuparon la capital para imponer un imperio ajeno a nuestra voluntad.
Aun así, el presidente Benito Juárez no se rindió. Al contrario, desde el exilio interno, moviendo su gobierno entre San Luis Potosí y Paso del Norte, defendió con firmeza la legalidad republicana. Y lo sostuvo algo más poderoso que los cañones: un pueblo entero que se unió en torno a su liderazgo.
Tanto campesinos como liberales, soldados y comunidades indígenas hicieron causa común con Juárez. Su ejemplo nos enseñó que, frente al intento de sometimiento, la unidad es la fuerza más poderosa.
Décadas después, ese mismo espíritu reapareció en 1938, cuando el presidente Lázaro Cárdenas tomó la histórica decisión de expropiar el petróleo. No bastó con decretarlo, el pueblo lo hizo valer. Miles de mujeres, hombres, estudiantes, empresarios y obreros a lo largo y ancho del país aportaron lo que tenían y cerraron filas en torno a la figura presidencial.
En ambos momentos históricos y decisivos para el rumbo de nuestra nación, el mensaje fue muy claro: cuando México se une, nadie lo detiene. Y ahora, en pleno siglo XXI, esa historia vuelve a tocarnos la puerta.
Vivimos tiempos de presión externa, de discursos que buscan debilitar nuestra soberanía, de decisiones unilaterales que pretenden poner en entredicho nuestra voluntad como nación. Ante ese escenario, la presidenta Claudia Sheinbaum dio respuesta como lo exigía el momento y como siempre lo ha hecho: con serenidad, con firmeza y con resultados.
La reciente carta del presidente estadounidense, Donald Trump, en la que anuncia la imposición de aranceles del 30 por ciento a productos mexicanos fuera del marco del TMEC, a partir del 1 de agosto, no es un hecho menor, pero tampoco es una razón para perder la calma.
En contra de lo que muchos pudieran pensar, la mandataria no se engancha ni cae en provocaciones, sino que elige gobernar. Ha optado por el respeto mutuo, por la diplomacia y por defender a México sin gritar, pero con paso firme. De ahí que cerrar filas con ella no sea un acto de sumisión, sino de responsabilidad.
Su respuesta ha sido la adecuada: abrir canales de diálogo, reafirmar nuestra dignidad y mantener nuestra soberanía como principio innegociable. México no se confronta por capricho, pero tampoco se arrodilla.
Mientras en Washington siguen las conversaciones entre ambos gobiernos, en México la Presidenta gobierna y el pueblo le responde. Porque no se trata de callar, sino de sostener. Se trata de mantener la gobernabilidad fortalecida y demostrar que nuestra nación es libre y soberana.
Sabemos que las presiones arancelarias disfrazadas de exigencias diplomáticas van a seguir. No es la primera vez que intentan doblegar la voluntad de nuestro país ni tampoco será la última. Pero la Presidenta no está sola. La respalda un pueblo que despertó y un movimiento de transformación nacional que no se quiebra.
La Cuarta Transformación es y seguirá siendo un proceso vivo que camina desde abajo, que se alimenta del compromiso ciudadano, de la organización popular y de la convicción de que México puede transformarse con honestidad y con trabajo. En momentos como este, la transformación necesita cerrar filas, sin divisiones ni protagonismos.
Entretanto, se sigue trabajando y gobernando. Se mejoran las leyes, se combate al crimen organizado con inteligencia, se fortalece la estrategia de seguridad, se reducen delitos de alto impacto, se construye paz con justicia social y se proyecta a México como un país serio, responsable y soberano. Hablamos de resultados que, al final, son los que defienden mejor a nuestro país.
Por eso, en este momento decisivo, cerrar filas con la Presidenta es indispensable para el bienestar nacional. Respaldarla significa creer en la ruta que hemos trazado como nación, fortalecer nuestras instituciones y mandar un mensaje claro al mundo: México está unido, México sabe lo que quiere y no dará un paso atrás en la defensa de su soberanía.
Lo que está en juego va más allá de un diferendo comercial. Está en juego el rumbo de una transformación que exige cohesión, firmeza y voluntad colectiva. Porque no hay justicia sin organización ni futuro sin unidad. La historia no se improvisa, sino que se construye todos los días, y cuando un país camina unido, con rumbo y claridad, ninguna amenaza lo doblega.
Hoy, como cuando Juárez resistió la Intervención y sostuvo la República. Hoy, como cuando el general Lázaro Cárdenas le devolvió al pueblo el petróleo y la esperanza. Hoy, con nuestra Presidenta al frente, México se defiende con la misma fuerza que nos ha hecho invencibles: la unidad de su gente.
Coordinador de los diputados de Morena
X y Facebook: @RicardoMonrealA