México es un país joven. Más de la mitad de su población tiene menos de 28 años, lo que significa que el futuro nacional depende, literalmente, de las nuevas generaciones. Sin embargo, tristemente ese futuro se construye en un entorno muy adverso: inseguridad, corrupción, falta de oportunidades, educación deficiente y un panorama económico estancado.

Muchos jóvenes ―y grandes también― se sienten frustrados. La violencia y la impunidad les arrebatan la esperanza, los discursos oficiales, lejos de inspirar, suelen dividir o están abiertamente hechos para distraer de los grandes problemas del país.

Frente a este escenario, surge una pregunta urgente: ¿cómo construir una vida digna y plena en un país donde el entorno no parece favorecer el esfuerzo individual?

La respuesta es clara: nadie va a venir a salvarnos. No existe una varita mágica ni un líder superdotado que arregle el país. Para salir adelante debemos asumir la responsabilidad personal y colectiva para transformar nuestro entorno. El cambio empieza con cada uno.

El país está mal administrado. México enfrenta niveles alarmantes de criminalidad y violencia, mientras el gobierno se dedica a montar un “circo” diario para distraer a la gente y alimentar la polarización. Además, la corrupción sigue más viva que nunca. Se habla mucho de honestidad, pero las denuncias no se investigan y los culpables nunca pagan las consecuencias.

El crecimiento económico ha sido mínimo en los últimos años. Apenas 1% anual. Si México fuera una empresa, los accionistas ya habrían despedido a toda la administración. En este caso, los ciudadanos son los accionistas responsables de exigir —y construir— una nueva gestión: profesional, honesta y con una visión clara de futuro que pueda distinguir entre los sueños deseables y las posibilidades reales.

Se gastan miles de millones en proyectos faraónicos que poco aportan al bienestar real. ¿De qué sirve construir obras gigantes si las calles están llenas de baches, si el drenaje colapsa con la lluvia y si la gente tiene miedo de salir?

Hay muchos retos por delante, pero hay uno que está por encima de todos: la seguridad. Sin seguridad, no hay progreso. Punto. Antes de pensar en grandes proyectos o en discursos de “transformación”, hay que garantizar lo básico, que la gente pueda vivir sin miedo, que pueda trabajar, invertir y salir a la calle sin riesgo de perder la vida o sus bienes.

La vida, la propiedad y la libertad son los fundamentos de una sociedad civilizada. Si fallan, todo lo demás se derrumba.

Los jóvenes son la verdadera esperanza del país. Por eso hay que decirles las cosas como son: sí, el entorno es difícil, pero no por eso deben darse por vencidos. Entonces, ¿qué hacer cuando la situación es adversa?

Hay dos caminos: el que destruye y el que transforma.

  • El primero significa rendirse, vivir quejándose, resentidos, esperando que el gobierno les resuelva la vida o peor aún, convertirse en criminales.
  • El segundo es cambiar de actitud y ser “rebeldes con causa”, usar la rebeldía para construir, para emprender, para crear valor y cambiar el entorno.

El éxito no llega por casualidad ni por decreto presidencial, se construye con actitud, esfuerzo y disciplina. El éxito nunca es final (siempre podemos fallar o equivocarnos), pero el fracaso NUNCA es fatal. Lo que vale es el coraje para continuar.

Por eso me gusta recordarles a los jóvenes que hay tres pilares que no pueden perder de vista si quieren salir adelante:

  1. Valores: la base de todo progreso es la integridad. Los principios —no robar, no mentir, no matar, tratar al prójimo con respeto— no son adornos morales, sino cimientos prácticos para cualquier proyecto de vida o negocio. La ética no es un obstáculo para el éxito, sino su condición indispensable.
  2. La chispa de vida: es la actitud, el impulso que ayuda a levantarse una y otra vez. En un entorno donde muchos esperan ayudas o subsidios, lo que verdaderamente cuenta es el esfuerzo y la perseverancia. No se vale quedarse sentado esperando el cheque del “Bienestar”. La verdadera dignidad proviene de la acción, no de la queja.
  3. Preparación básica: es importante dominar habilidades fundamentales como leer, escribir, comunicarse y pensar con lógica. A partir de eso, la curiosidad y el aprendizaje continuo hacen el resto.

México necesita un entorno fértil donde las buenas personas y las buenas ideas puedan florecer. Y esas condiciones no las va a crear un gobierno, las vamos a construir nosotros.

Este es nuestro reto: sembrar hoy la semilla del árbol que dará sombra dentro de veinte años. No con discursos, sino con acciones. Debemos convertirnos en “buenos ancestros” que dejen a las siguientes generaciones un país más libre, seguro y próspero.

Porque el cambio no vendrá de arriba, el éxito de nuestro país empieza con el esfuerzo individual. Con la chispa de vida, con valores, con actitud y esfuerzo, podemos convertir esta adversidad en oportunidad. El futuro es de los inconformes que quieren un cambio. El futuro se construye.

Presidente y Fundador de Grupo Salinas

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