Por ÓSCAR DAVID HERNÁNDEZ CARRANZA

El eco silencioso del acoso escolar, conocido también como bullying, resuena en los pasillos de nuestras instituciones educativas desde hace generaciones. Lejos de ser una mera "cosa de niños", esta conducta persistente y agresiva se incrusta profundamente en la formación individual, dejando cicatrices emocionales duraderas.

Hoy, más que nunca, ante la creciente complejidad del ciberacoso, se exige una acción contundente y unificada para desterrar las sombras del aula y garantizar un entorno de aprendizaje seguro y respetuoso para todos.

El bullying, tal como lo define la "NORMA BULL-LI-2015-A", es un "comportamiento agresivo y repetido, de uno o más estudiantes hacia otro estudiante, que implica un desequilibrio de poder. Puede ser físico, verbal o social, y tiene la intención de causar daño, miedo o angustia".

A esta definición se suma la insidiosa realidad del ciberbullying, una forma de acoso que se vale de los medios digitales –redes sociales, correos electrónicos, mensajes de texto– para "enviar, publicar o compartir contenido negativo, dañino, falso o malicioso sobre otra persona".

Estas formas de violencia no son eventos aislados, sino patrones de comportamiento intencionales y reiterados, donde la víctima se percibe vulnerable y desprotegida frente a su agresor.

Las consecuencias del bullying y el ciberbullying son devastadoras para la salud mental de los jóvenes. Las víctimas pueden experimentar depresión, ansiedad, baja autoestima, trastornos alimentarios e incluso pensamientos suicidas.

La humillación pública y el acoso constante en línea pueden hacer que los jóvenes se sientan atrapados y sin escapatoria. Es crucial recordar que "en estado avanzado del bullying y ciberbullying, puede tender a la agresión hacia sí mismo/a o víctima y en el extremo, puede llegar a auto infligirse daño e incluso al suicidio".

Esta trágica realidad subraya la urgencia de abordar el problema con la seriedad que merece. Incluso los testigos de estas agresiones pueden verse afectados, normalizando la violencia o sufriendo las mismas consecuencias que víctimas y agresores.

Ante este panorama, las instituciones educativas tienen una responsabilidad ineludible en la "detección, atención y prevención del bullying". La "NORMA BULL-LI-2015-A" se erige como una "guía de actuación, de carácter informativo que pretende facilitar y aplicar los lineamientos de la intervención", estableciendo requisitos de competencia para el personal involucrado.

Es fundamental implementar un "sistema de monitoreo y evaluación continua para medir la efectividad de las estrategias y procedimientos aplicados"22 ..., así como adoptar una "Política de Tolerancia Cero" donde "toda situación que pueda sugerir un acto de bullying o ciberbullying debe ser tratado como auténtico y verdadero, y debe atenderse con seriedad, respeto y profesionalismo".

La norma detalla un protocolo de actuación que abarca la verificación de la situación, la documentación de evidencias, la entrevista individual con las partes involucradas (víctima, agresor, testigos y familias) y el seguimiento de los casos. Es crucial "garantizar la inmediata seguridad del estudiante y la protección de su integridad y dignidad humana, sin culpar ni estigmatizar al presunto agresor".

La "NORMA BULL-LI-2015-A" no es un documento estático; se basa en el principio de mejora continua, con "revisiones cada tres años a partir de su publicación inicial en 2015" y una "revisión completa por un grupo multidisciplinario de expertos" cada diez años. Este compromiso con la actualización periódica es esencial para asegurar su pertinencia y adaptación a las nuevas formas que adopta el bullying, especialmente en el ámbito digital.

La posibilidad de obtener una certificación "Antibullying" incentiva a las escuelas a implementar y demostrar su competencia en esta área crítica. Esta norma se suma a un marco legal y normativo internacional creciente, que reconoce el derecho de los niños a una educación libre de violencia.

Desterrar las sombras del aula es una tarea que nos compete a todos. Estudiantes, personal docente y administrativo, familias y la comunidad en general debemos asumir un rol activo en la prevención, detección y erradicación del bullying y el ciberbullying.

Solo a través de un esfuerzo coordinado y sostenido podremos construir entornos educativos donde la "dignidad " sea el principio rector y donde cada joven pueda crecer y desarrollarse plenamente, libre del miedo y la angustia que genera el acoso. La urgencia de actuar es innegable; el bienestar de nuestras futuras generaciones depende de ello.

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