Renata Terrazas*

Los primeros 100 días de gobierno son un primer indicador de las prioridades de una nueva administración. La presidenta Sheinbaum alcanzó este hito el 12 de enero y en su discurso y sus acciones el gran ausente fue el océano.

La Dra. Sheinbaum construyó su carrera política desde dos convicciones ideológicas: la izquierda y el ambientalismo. Ambas apuestas políticas van muy bien de la mano, pero aún no se traducen en acciones.

El cambio climático es una de las mayores amenazas que enfrentamos en el planeta por sus efectos nocivos en las actividades humanas y la vida silvestre. Sin embargo, el océano, nuestro gran aliado para hacerle frente, permanece desdibujado hasta ahora de las prioridades gubernamentales.

Cualquier política de mitigación y adaptación al cambio climático debe contemplar al océano ya que es de ahí donde obtenemos más de la mitad del oxígeno que respiramos, regula la temperatura, absorbe carbono y es fuente de proteína animal de primer nivel a través de la pesca.

A pesar de su papel crucial para el presente y futuro de México, el océano está ausente del discurso presidencial y no hay claridad sobre las políticas que este "segundo piso de la cuarta transformación" implementará para protegerlo.

Sobre el sector pesquero, la Dra. Sheinbaum mencionó el otorgamiento del programa Bienpesca a 193 mil pescadores cuando hay 240 mil según los cálculos oficiales. Sin embargo, más allá de apoyos económicos, la pesca mexicana necesita la actualización de su marco legal para combatir la pesca ilegal y restaurar las pesquerías deterioradas y los ecosistemas marinos fundamentales para la reproducción de especies de interés pesquero.

La realidad es que en temas marinos este nuevo capítulo de la transformación parte desde el sótano, enfrentando tres décadas de abandono con recursos presupuestarios limitados.

Para que el océano sea el gran aliado frente al cambio climático tenemos que ayudarlo a ser más resiliente. Esto implica proteger hábitats marinos y costeros, especialmente porque la deforestación de manglares y el deterioro de arrecifes coralinos han puesto en jaque a estos ecosistemas fundamentales para la vida marina.

La apuesta por la industrialización de los mares a través de la explotación petrolera y construcción de gasoductos ha desplazado de las prioridades de gobierno a los pescadores artesanales que viven gracias a la salud del océano. Debemos asegurarnos de que la contaminación del océano se reduzca y de esto no se mencionó nada, por el contrario, sigue siendo piedra angular de la propuesta del Plan Nacional de Desarrollo.

Urge caminar hacia generación de energía alejada de la quema de combustibles fósiles y a entender al océano como modelo de un desarrollo socioambientalmente justo. Cualquier otra opción le apuesta a los grandes capitales y a la desigualdad.

Con una aprobación del 78%, la presidenta Sheinbaum goza de un capital político significativo que conlleva una enorme responsabilidad. Esta popularidad representa una oportunidad única para impulsar las transformaciones que México necesita. Aunque el camino no será fácil, una verdadera transformación requiere repensar nuestro modelo de desarrollo económico, priorizando a las personas y su relación con el medio ambiente por encima del enriquecimiento de unos pocos. Hacia allá deberá apuntar este segundo piso si quiere ser un cambio verdadero.


*Renata Terrazas es Directora Ejecutiva de Oceana, organización dedicada a la protección de los océanos.

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