El martes 6 de octubre de 1981 fue asesinado el presidente de Egipto, Anwar el-Sadat. Lo acribillaron soldados rebeldes de su propio ejército durante un desfile militar que encabezaba en El Cairo. Fue aquella la brutal respuesta de grupos extremistas islámicos que furiosamente rechazaban el tratado de paz que Sadat había firmado dos años y medio antes, el lunes 26 de marzo de 1979, con el entonces primer ministro de Israel, Menájem Beguín.
Cuando llegó la noticia a nuestro país la mañana de aquel martes de octubre del 81, el entonces presidente José López Portillo salía de uno de los tantos eventos que le organizaban a los mandatarios mexicanos (hasta Enrique Peña Nieto), para que en sus discursos dijeran lo que ahora dice el Presidente en turno en sus “mañaneras”.
Un grupo de reporteros lo abordamos para pedirle un comentario sobre el magnicidio de Sadat, con quien por cierto se había reunido en la capital egipcia a principios de aquel año, el viernes 23 de enero de 1981, en una visita de cortesía realizada en camino a una de Estado a la India.
López Portillo, sorprendido, endureció el ceño y dijo con voz enfática, un tanto impostada: “¡no sé qué vamos a hacer en este terrible momento, en este terrible mundo y ante estos terribles acontecimientos, muchas gracias!”. Y se fue en dos trancos.
Era claro que no había sido informado de lo ocurrido. No tenía ni idea. Salvó la situación, siempre cobijado por su sólida cultura que le facilitaba la improvisación, herramienta de la que no disponen todos los políticos, algunos por limitaciones formativas francamente inocultables y otros por su incontinencia verbal producto de su ignorancia o bajo el argumento de que su pecho no es bodega.
Hace doce días, el lunes 13 de noviembre, Xóchitl Gálvez, la precandidata presidencial de la ahora coalición “Fuerza y Corazón de México” mostró urbi et orbi que no es lo suyo la articulación de ideas de manera improvisada. Su último informe como senadora, que tuvo como escenario la explanada del Monumento a la Revolución, debió interrumpirlo al menos en cuatro ocasiones porque le falló el telepromter.
“¡Se me fue el discurso!”, se vio obligada a confesar con todos los significados posibles: el de la falla del telepromter, claro, en estricto sentido, pero también el político, el de la falla en articular sus ideas y proposiciones. Si las tiene no las ha dicho y entonces cabe preguntarse: ¿tiene discurso?, ¿es de ella o es impuesto? Ojalá nos lo haga saber pronto.
Más grave es, sin embargo, que el error se cometa cuando se supone que tienes bajo control todas las herramientas y recursos para emitir un mensaje claro, contundente y oportuno. Fue el caso del post que Xóchitl subió en su cuenta de X el pasado domingo 19 de noviembre tras el triunfo electoral en Argentina de Javier Milei:
“En Latinoamérica soplan vientos para mejorar nuestros países! El pueblo argentino le puso un alto al mal gobierno y los malos resultados. Mi reconocimiento por esta histórica jornada electoral. Felicitaciones al presidente electo @JMilei”.
No era ni política ni electoralmente correcto identificarse así con un personaje internacionalmente reconocido como un derechista radical, estrambótico en su visión del mundo y extravagante, irregular y desordenado no solo en su aspecto personal (le dicen “El loco”), sino con su propuesta: retirar todos los pesos de circulación y sustituirlos por dólares, desaparecer el banco central y diez de dieciocho ministerios federales, una disminución de 15% en el gasto público, privatizar todo lo privatizable, retirar los apoyos sociales y acabar con los subsidios, remedo de política económica que empobreció al país y destruyó su industria durante la dictadura militar de 1976.
Cuando a Xóchitl le cayó el veinte del error cometido salió a declarar a la prensa: “Milei ganó con un triunfo (sic) democrático, pero no comparto sus puntos de vista, y eso lo dejo clarísimo”.
Cierto que en un país con los resabios golpistas militares que ahora justifica y busca reivindicar su vicepresidente electa, Victoria Villarruel, es un triunfo que la reciente elección haya sido una ejemplar jornada democrática, pero decir que “en Latinoamérica soplan vientos para mejorar nuestros países”, refiriéndose a Argentina, ¿no es reconocer que se está de acuerdo con las ideas con las que se pretende esa mejoría?
Más allá de la crítica a las personas, en este caso de Milei y Villarruel, hay hechos contundentes: después de dieciséis años de gobiernos peronistas-kichneristas, con la intermedia y pretendida rectificación neoliberal de Mauricio Macri (2015-2019), la economía argentina es un caos, está en bancarrota, hiper endeudada y con una destrucción social sin precedente.
¿Cómo se explica entonces que el votante argentino pretenda salir de la ceguera peronista con el salto al vacío que representa la fanfarrona propuesta de Milei?
La explicación acaso esté en el hartazgo de la mayoría de la sociedad con la realidad cotidiana y su fuerte deseo de cambio. La gente, frustrada y sin resultados tangibles de sus gobiernos, lo pidió a gritos. Tan es así que, en Argentina, el votante peronista desdeñó la oferta de un cambio más gradual y moderado. Ese cambio lo quieren radical, mejor mientras más notorio sea. Recambio que rechaza a los partidos políticos tradicionales y que incluso desdeña a las élites. “¡Muera la casta!”, arenga Milei a sus seguidores.
Lo verdaderamente grave de este asunto -sin que sepamos que Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum y, por supuesto, AMLO, lo tengan en la mira- es que casos como el argentino no son un accidente histórico, sino un ejemplo más de una tendencia mundial verificable.
Los analistas categorizan esto como “partidos desafiantes” y ubican como punto de referencia para su surgimiento la gran recesión económica de 2008. Su actuación basada en la deslegitimación de las élites tradicionales y sus sistemas partidistas se empezó a ver en la Italia de Silvio Berlusconi y luego en los Estados Unidos de Donald Trump, la Gran Bretaña de Boris Johnson y el Brasil de Jair Bolsonaro, por citar algunos ejemplos. Ellos representan el populismo de derecha que algunos equiparan y otros confrontan con el populismo de izquierda. La verdad es que los extremos siempre se han tocado y que de uno y otro lado ha habido fanfarrones como Hitler, Mussolini, Stalin o Castro.
Otro dato que no debe dejarse pasar es que este afán de un cambio a como diera lugar, así fuera el prometido salto al vacío argentino no impidió que amplios sectores del peronismo-krichnerismo votaran por Milei a pesar del uso indiscriminado de fondos del Estado en la campaña del candidato oficial finalmente derrotado, Sergio Massa.
Esto debería invitar a Sheinbaum y a la 4T a no confiarse en la ventaja que le da el promedio de las encuestas a siete meses de las elecciones: 59% contra 30% de la alianza opositora de Xóchitl Gálvez. En ese lapso sí podría cerrarse peligrosamente para la causa de AMLO la hasta hoy abrumadora diferencia.
Instantáneas:
1. OTRA DE FOX. Y hablando de fanfarronadas e imprudencias sume una más a larga lista de las de Vicente Fox. Le dijo “dama de compañía” a Mariana Rodríguez, la joven esposa del precandidato presidencial de Movimiento Ciudadano, Samuel García. Ofendió a la señora, por categorizarla así, pero también ofendió a las damas de compañía al usar peyorativamente el trabajo de esas personas. Hasta Xóchitl Gálvez le reclamó: “si tocan a una, nos tocan a todas”. Lo dicho: Fox es un chivo en cristalería.
2. ¿PLAN CON MAÑA? Antes de Navidad el Senado deberá elegir, por mayoría calificada, a una de las integrantes de la terna enviada por AMLO para ocupar el lugar que dejó Arturo Zaldívar en la Corte. Antes deberán comparece ante el pleno senatorial Estela Ríos, Lenia Batres y Berta Alcalde. Si no se logra la votación de las dos terceras partes de los senadores presentes, López Obrador deberá enviar otra terna. Se dice que en ella iría la aun no ratificada fiscal general de la CDMX, Ernestina Godoy, con el objetivo de que al presidente la pueda designar directamente si es que la oposición impide la mayoría calificada para la elección de una ministra surgida de la nueva terna.
3. El magistrado Rafael Guerra Álvarez, presidente del poder Judicial CDMX, fue ratificado para un tercer periodo al frente de la @ConatribMx, una comisión que hermana a quienes integran los tribunales del país. La Comisión Nacional de Tribunales Superiores de Justicia de los Estados Unidos Mexicanos eligió a su mesa directiva 2023-2024 durante su cuarta asamblea ordinaria plenaria.
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