Hace muchos años entrevisté a Jesús Silva-Herzog Flores, ex Secretario de Hacienda, para mi tesis de licenciatura sobre don Jesús Reyes Heroles. Me llamó la atención su franqueza “yo no soy de los que inventan o presumen una amistad y cercanía ficticia con el maestro Reyes Heroles. Tuvimos una relación institucional en tanto colegas en el gabinete del Presidente Miguel de la Madrid. Donde más conviví con él (y no fue mucho) era durante las ceremonias cívicas del gobierno federal. Todos los secretarios de Estado estábamos obligados a acudir a las conmemoraciones de la historia patria. ¿Usted se ha dado cuenta de que, a partir de la transición a la democracia, a los gobiernos, y desde luego a los secretarios, ya no les interesan las conmemoraciones cívicas y las ceremonias de historia patria? Ese descuido político nos va a costar caro. El pueblo valora mucho a sus héroes y le gusta sentir que su historia y sus antepasados están marcados por la gloria. Los mitos históricos son indispensables para quien hace política. La transición democrática no se consolidará sin una nueva historia patria.” En su momento, la observación me pareció un tanto peregrina, pero en fechas recientes he recordado su advertencia.
Debo al doctor José Newman Valenzuela haber tenido noticia de un hecho que pasó de noche en los medios de comunicación. El jueves 10 de octubre del presente año, la Presidenta Claudia Sheinbaum presidió los festejos de una fecha cívica que yo en mi ignorancia, ni siquiera tenía presente en el calendario del altar patrio. En su conferencia mañanera, la Presidenta manifestó “El día de hoy, 10 de octubre, es el aniversario de Guadalupe Victoria como presidente, primer presidente de México después de Iturbide, que decide hacer un régimen monárquico. Finalmente, renuncia, viene la Constitución del 24 y unos días después entra como primer presidente de México Guadalupe Victoria. Por eso, el día de hoy en la tarde vamos a tener una celebración. Es un día muy importante porque son realmente 200 años de la República y vamos a tener una celebración en el Zócalo, sobre todo con niños y niñas, para recuperar esta fecha histórica.” Esa misma tarde, la Presidenta cumplió su palabra y organizó un evento por todo lo alto en el zócalo capitalino. Nuestros intelectuales y analistas no se dieron por enterados, pues se trató de una verbena popular con esquites y aguas frescas. Se sabe, ellos no consumen esos productos. En plena plancha del zócalo se montó con cargo al erario una escenificación de la historia patria a la luz de la tendenciosa pero políticamente hábil interpretación de la 4T. Como en un festival de primaria provinciana, pero con gran presupuesto y recursos teatrales, desfilaron adecuadamente disfrazados a la manera de una telenovela histórica de Ernesto Alonso los grandes personajes de los mitos patrios. Desde Hidalgo hasta una guapa mujer morena que representaba a la República Mexicana. Mientras tanto, en el presídium observaban con rostros impertérritos de solemnidad priista la Presidenta de México, la Jefa de Gobierno de la capital del país, la Secretaria de Gobernación, el Secretario de Defensa, el Secretario de Marina, el Secretario de Seguridad Pública, el presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados y, por supuesto, el flamante presidente de la mesa directiva del Senado, el compañero Fernández Noroña. El público estaba extasiado. Tuvieron oportunidad de presenciar una especie de película épica en vivo refiriendo las grandes hazañas de héroes inmortales a la altura de los personajes de Homero. Todo está grabado en video, puede verse en numerosas redes de internet. Son 200 años de República que culminan, obviamente, con la llegada al poder de la primera mujer Presidenta, la protagonista real de la ceremonia. Esto puede verse desde dos perspectivas, como una farsa digna de Jorge Ibargüengoitia o, francamente, un golpe político notable. Como cuando Porfirio Díaz inauguró el hemiciclo a Juárez, a quien traicionó y de quien terminó distanciado.
Nuestra oposición es tan estúpida que lo leerá exclusivamente como un uso mentiroso de la historia. Si tuvieran el más mínimo olfato y oficio político, se darían cuenta que el régimen empieza a construir su propia versión de la historia patria y hace al pueblo partícipe de ella. En una de ésas, el gobierno acaba de inventar una nueva efeméride para el calendario escolar, regalando a la gente un nuevo día de descanso. “10 de octubre, aniversario de la República”, con todo y disfraces de kermés para todas las primarias del país. Eso que los limitadísimos políticos de la transición mexicana nunca supieron hacer. A la transición le faltó un museo con línea del tiempo para contar su versión de la democratización y popularizarla entre la gente. Nada, nadie recuerda la fecha de promulgación de la reforma política de Jesús Reyes Heroles que echó a andar la transición. Nadie sabe quién fue don Jesús, ni mucho menos se recuerda a la mayoría de los académicos pretenciosos que se convirtieron en consejeros del IFE. La educación cívica no existió y por tanto, fuera de la elite, no hubo mitos de la transición. Por eso se le pudo pisotear tan fácil y desmoronarla sin ninguna protesta popular de por medio. Lo más que pudo organizar la transición fue una chafísima celebración del bicentenario de Independencia de la que nadie recuerda nada excepto la ridícula y costosísima construcción del edificio suavicrema y el grotesco monigote inflable del zócalo. Vuelvo a oír al ex secretario Silva-Herzog “Ese descuido político nos va a costar caro. El pueblo valora mucho a sus héroes y le gusta sentir que su historia y sus antepasados están marcados por la gloria. Los mitos históricos son indispensables para quien hace política. La transición democrática no se consolidará sin una nueva historia patria.” Es evidente que tenía razón. El nuevo régimen sí lo entendió y está en proceso de consolidarse gracias a estos procesos de socialización cívica. A los liberales mexicanos nos faltaron políticos y nos sobraron académicos.