En estos días tiene lugar en El Colegio Nacional y en la Universidad de la Libertad un evento intelectual de talla internacional titulado La Libertad de Vuelta. Hace mucho que nuestro país no era sede de una actividad de este tipo. En homenaje directo al Encuentro Vuelta, La Experiencia de la Libertad, celebrado hace 35 años en esta misma Ciudad de México, habrá mesas de discusión con intelectuales de la talla de David Frum, Leon Wieseltier, Mark Lilla, Ian Buruma, Ivan Krastev, entre otros. Organizan la revista Letras Libres y el Centro Ricardo B. Salinas Pliego, que han tenido el acierto de mantener viva la discusión de alto nivel en torno a la libertad en nuestro tiempo. El programa está disponible en línea y abarca temas como la identidad, la amenaza autoritaria, el malestar en las sociedades liberales, la economía, entre otros. Detrás del evento se aprecia la diestra mano organizadora de Enrique Krauze, pero colaboran numerosas figuras de la escena cultural de nuestro país. A diferencia del encuentro anterior hace tres décadas y media, el gobierno de México seguramente verá con malos ojos la celebración del evento, pues el tema de la libertad se opone directamente a su esfuerzo de concentración del poder y la supresión de todos los límites y contrapesos jurídicos a éste. Lo deseable, sin embargo, sería que la opinión pública mexicana escuche las voces de las figuras más serias en el entorno del pensamiento contemporáneo. Es una gran oportunidad para que los medios de comunicación, tan acostumbrados a recoger opiniones de figuras menores, aprovechen para entrevistar a intelectuales de reconocimiento mundial sobre lo que está sucediendo en nuestra época. Es también la coyuntura favorable para interrogar los cambios generacionales que estamos viviendo. Seguramente habrá momentos anecdóticos, igual que hace más de treinta años, cuando Vargas Llosa soltó la frase aquella de “la dictadura perfecta”, en referencia al PRI.

Un aspecto importante que ha cambiado respecto al evento anterior es el papel de los propios intelectuales y su relevancia en las discusiones públicas. Tengo la impresión que hizo falta una mesa específica sobre ese tema, pues los medios de comunicación cambiaron al intelectual por el influencer como figura formadora de opinión. Este cambio, si bien ha democratizado las discusiones, ha disminuido el nivel de las deliberaciones. Por otra parte, también eché de menos una mesa exclusiva sobre el papel de Asia en el siglo XXI, con intelectuales asiáticos procedentes de India, Japón, Corea del Sur, Vietnam y chinos exiliados. El entorno geopolítico se ha modificado sustancialmente y el mundo del siglo XXI ya no es eurocéntrico, sino que se debate entre el poderío estadounidense y el ascenso asiático en todos los órdenes. De ahí en más, uno no puede sino felicitar y agradecer a los organizadores por preparar un evento de tanto nivel que saca el debate mexicano de su acostumbrado provincianismo. Ojalá que también se recojan las intervenciones en uno o varios libros y queden disponibles los videos en internet. Como añadido, sería deseable que académicos y analistas mexicanos retomen estas discusiones para contribuir con su valoración periodística a lo que expresen las figuras invitadas. En la mejor tradición liberal, el desacuerdo es bienvenido, lo que no resulta aceptable es la descalificación y la indiferencia. Que México celebre más ejercicios cívicos de este tipo, enriquecedores de la vida pública. Una vez más, felicidades a los organizadores.

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