Tierra pródiga en riquezas naturales y capacidades humanas, México sigue soportando el vasallaje y la colonización, como toda América Latina, con sociedades fragmentadas, poderosos encumbrados, gobiernos entregados a la hegemonía de época y profundos desequilibrios regionales. El territorio nacional se organiza en función del norte desarrollado, poniendo al país en situación de subordinación y dependencia. El Estado, disminuido y debilitado, no cumple su función de estructurar el desarrollo nacional, contener a sus habitantes y proteger la vida.
Extracción de materias primas, rentabilidad financiera, maquila industrial, turismo extractivista, megaproyectos, agroindustrias, infraestructuras, explotación de mano de obra, son parte de un proceso económico montado sobre las ventajas que ofrece el país y desplegado bajo condiciones de despojo, violencia, corrupción e impunidad, potenciadas con la expansión del crimen organizado y la militarización. Población y territorio están en el desamparo y no se ven alternativas reales.
Un enfoque soberano del desarrollo debe invertir los términos de ese proceso. Por ejemplo, entre otras propuestas:
Revisar las concesiones y regular la extracción de minerales metálicos a cielo abierto, controlando el agua, protegiendo el ambiente y propiciando que su procesamiento industrial se realice en el país.
Revertir los cambios de patrones en la producción agropecuaria, que favorecen la demanda de EU, y aplicar una política agroalimentaria que recupere la autosuficiencia, apoye a los productores nacionales, elimine dependencias, autonomice cotizaciones y corrija asimetrías.
Planificar la relocalización de maquila (nearshoring) en el territorio según las necesidades del país, sus regiones y su población, con integración nacional de cadenas de valor, transferencia de tecnología y desarrollo de marcas propias.
Desarrollar una marina mercante y una industria naviera acorde a la potencialidad del país. Vías férreas y carreteras deben contribuir a la articulación e integración de las regiones y la población. El Tren Maya y el Corredor Interoceánico deben revisarse integralmente con la participación de comunidades y especialistas, para redefinir su realización y remediar los efectos sobre territorio, ecosistemas y habitantes.
La concepción de un desarrollo soberano tiene soporte en los pueblos y comunidades que expresan en territorio su resistencia a la imposición y al despojo, con experiencias productivas y de economías solidarias, y en organizaciones diversas desplegadas en todo el país, que son un referente ineludible para su reconstrucción.
Es necesario reconocerlas, expandirlas y articularlas en torno a una agenda común elaborada colectivamente, con la mirada puesta en la redistribución de la riqueza y las rentas; la construcción de una institucionalidad moderna, democrática y participativa, desmilitarizada, con municipios fortalecidos y comunidades organizadas; un sistema autónomo de comunicación pública de Estado, no de gobierno y una planeación democrática del desarrollo, entendida como un proceso con participación de pueblos, comunidades, especialistas, universidades, empresarios y distintos sectores sociales. Un territorio integrado y soberano requiere de una mayoría social y política que impulse la agenda de todos.