Emilio Pradilla Cobos[1]
Entre 1825 y 1935, México y los demás países latinoamericanos optaron por el capitalismo mercantil, mientras los europeos y Estados Unidos se industrializaban. Durante los 90 años siguientes, nuestra región ha comprado al extranjero las técnicas productivas y de los productos complejos fabricados por la reducida industria local. Pocos de estos productos tienen una tecnología desarrollada en nuestros países. En una industria dominada cuantitativa y cualitativamente por las trasnacionales de los países hegemónicos del capitalismo; ellos ponen la tecnología, cobrada muy cara en las regalías, para productos poco significativos como alimentos procesados, camisas y trajes, entre miles, y nuestros países ponen la fuerza laboral muy barata, nuestra “ventaja competitiva” según sus economistas orgánicos. Carecemos, por decisión de nuestros industriales y políticos, de un núcleo endógeno de generación de innovación y desarrollo tecnológico.
En 2019, los países latinoamericanos invertían solo el 0.56% del producto interno bruto (PIB) en Investigación y Desarrollo (I+D), disminuyéndolo desde el 0.65% en 2013, mientras que en Estados Unidos, la Unión Europea y China se gastaban sumas superiores al 2% del PIB, llegando a más del 3% en EU. Brasil destinaba en 2019 el 1.16% del PIB, siendo el país que más invertía en I+D, llegando al 62% del gasto total regional. En 2024, México solo destinó el 0.3% de su PIB a esta actividad. Y nuestro PIB es mucho más pequeño que el suyo. En América Latina y el Caribe, la mayor parte de esta suma —más del 60%— la usaban los gobiernos, particularmente su sector académico, mientras las empresas privadas tenían poco interés efectivo en ella, lo que no ocurre en los países hegemónicos donde son estas empresas las que invierten mayoritariamente. América Latina producía en 2020, el 1.6% de las patentes mundiales, disminuyendo del 2.8% que producía 10 años antes; y solo el 16.3% las solicitaban nacionales de esos países, mientras en Asia era el 82.9%. En Brasil y México los porcentajes de extranjeros que solicitaban patentes llegaban al 78.3% y 92.0% respectivamente, mayoritariamente de nacionalidad estadounidense[2].
El Plan México que el actual gobierno propone reforzar como tibia respuesta a las medidas demoledoras del comercio internacional expedidas por Donald Trump el 3 de abril, suponen seguir uno de dos caminos: o continuar dependiendo de las empresas trasnacionales y la tecnología importada como continuidad de la dependencia del gigante del norte, ahora supuestamente “liberado de la desigualdad” en el comercio exterior por la lluvia de aranceles impuesta por su presidente; o emprender el largo y difícil camino de la formación de un núcleo endógeno de innovación y desarrollo tecnológico autónomo y de una industria nacional que lo utilice. Si se opta por el segundo camino, como parece desprenderse del Plan México, el gobierno debería ser coherente en la política científica que aplica, pues la realidad es muy diferente.
En México, durante los últimos años, el presupuesto de las grandes universidades públicas, que realizan lo básico de la investigación y desarrollo científico y tecnológico, ha disminuido notoriamente, para financiar los proyectos masivos y de poca calidad de las Universidades del Bienestar y las Universidades Rosario Castellanos de la actual presidenta, las cuales tardaran décadas en producir I+D de calidad. Estamos de acuerdo con la ampliación de la matrícula universitaria, pero no estamos seguros de que estas universidades sean la solución y, sobre todo, que se reduzca el presupuesto de las más antiguas que hacen investigación, para financiar proyectos que solo benefician a la acumulación trasnacionalizada de capital como los ligados al desarrollo de trenes atrasados, lentos y de una vía.
La recesión económica en curso limitará aún más los recursos y hará más difícil el trabajo de los investigadores, incluyendo los tecnólogos.
[1] Integrante de Por México Hoy
[2] Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) 2022 Innovación para el Desarrollo. La clave para una reconstrucción transformadora en América Latina y el Caribe (Santiago de Chile: CEPAL).