La historia política estadounidense, y particularmente de su Colegio Electoral, alecciona que no es posible predecir con certeza si Trump será reelecto.
Una metodología diseñada y aplicada a campañas presidenciales, conformada por 13 variables claves [https://www.eluniversal.com.mx/elecciones-2018/analisis-da-amlo-45-de-probabilidad-de-ganar-meade-en-segundo-lugar] , ha permitido identificar un índice probabilístico que nos señala quien tiene la potencia y la mejor estrategia para ganar con más de un mes antes de celebrarse la elección. En el caso de las contiendas de 2012 y 2018, fue posible anticipar -a pesar de la complejidad que implica el predecir-, la tendencia favorable de la campaña a Peña Nieto y López Obrador, respectivamente.
Ahora, aplicaremos la metodología en la elección presidencial de 2020 en Estados Unidos, porque el alcance de las encuestas parece limitado para ver el bosque de las campañas, sobre cómo van, cuáles son sus estrategias y quién podría ganar. En el equipo consultor de la UNAM, se integra la Dra. Sharon Borja de la Universidad de Houston y el Dr. Juan Carlos Barrón del Centro de Investigaciones sobre América del Norte, indispensables para valorar el voto de minorías latinas y afroamericanas y la dimensión electoral de la cibercultura.
A diferencia del caso mexicano, en el sistema electoral de EUA, el voto que puede contar más que el de cada ciudadano es el voto estado por estado, cuyo valor diferenciado toma vida en el Colegio Electoral, como instancia clave para que el candidato presidencial obtenga la Presidencia: de un total de 538 delegados electorales en el Colegio Electoral, con al menos 271 votos de esos delegados electorales se conquista el presidir la potencia mundial estadounidense. ¿Y si no los obtiene?, debemos ver que podría pasar.
Sí, se trata de un modelo de democracia ensayado hace más de 240 años en el que los Padres Fundadores de EUA pusieron en medio del elector y la Presidencia al Colegio Electoral, en una época en que la democracia se consideraba una idea novedosa, riesgosa y nadie sabía si lograría funcionar como sistema político, por lo que, ante diversas razones como el que los votantes individuales podrían ser susceptibles al soborno, los Padres Fundadores se manifestaron en contra del concepto de votación popular para cargos públicos.
Por ello de aquí al 4 de marzo se habrán seleccionado cerca del 40% de los delegados estatales de los candidatos que aspiran a la Presidencia, por lo que sabremos qué estados han ganado, quienes tienen mayor respaldo popular y qué candidatos resultan finalistas. En el lado demócrata Joe Biden (ex Vicepresidente con Obama), Bernie Sanders (ex Senador de Vermont y quien perdió las primarias nacionales con Hillary Clinton), la senadora Elizabeth Warren, disputan la nominación.
En este sentido, se invita a saber a quién se va a enfrentar Trump y ese adversario qué posibilidades tiene de ganar, y por supuesto, cómo les miran y apoyan electores latinos y afroamericanos. ¿Qué podremos esperar en México y para los inmigrantes latinos en caso de que se reelija Trump o haya un nuevo titular en la Presidencia estadounidense?.
Veamos por ahora sólo tres variables. La primera, el dominio de quien cuenta el resultado.
En el caso del sistema electoral de EUA, la nominación partidista de los candidatos y del triunfador es indirecta, regla de oro por la que el Colegio Electoral, es más decisivo que el ganar el voto popular nacional; y si al final esa regla no funciona, la Suprema Corte inclina la balanza.
Trump puede perder el voto popular como le sucedió con Hillary Clinton en 2016, pero puede volver a ganar en el Colegio Electoral o en la mesa de la Suprema Corte.
La campaña, la estrategia y demás factores, se vuelven determinantes para llegar a este filo de la navaja final: en el caso de la elección presidencial en la que Gore ganó el voto popular, G. Bush hijo obtuvo su triunfo con el voto dividido en la Suprema Corte: previa decisión de suspender el recuento de votos en Florida, con el veredicto de cinco jueces republicanos a favor y cuatro demócratas en contra, obligaron a Al Gore a ceder su triunfo en las urnas y, probablemente, en el Colegio Electoral.
En caso de que se presentase un escenario de empate en el Colegio Electoral entre candidatos presidenciales -que ahora mismo se visualiza improbable-, la Cámara de Representantes se erige como árbitro electoral y decidiría entre contrincantes al Presidente y al Vicepresidente, lo que podría actualizar el encono, la disputa de poder y el mandato bipartidista, un escenario que mostraría otro rasgo disfuncional del sistema democrático estadounidense.
El segundo dominio es el del sistema electoral
El sufragio efectivo en el sistema estadounidense no ha estado históricamente garantizado. Los candidatos saben que se enfrentan a una maquinaria de fraudes masivos (muchas veces opacados por escándalos o no denunciados por los participantes), alteración de resultados, corrupción, manipulación de pruebas, alineamiento de funcionarios e instancias electorales a los designios de partidos políticos y Presidencia del país.
Trump fue una pesadilla política eficaz en este dominio: controló de manera hostil la lucha interna por la nominación del Partido Republicano; desde tres meses antes de darse el resultado de la elección presidencial en 2016, dijo que el sistema electoral estaba manipulado contra él (que en castellano populista significa que, si no gano, hubo fraude).
El tercer dominio es el juego de apariencias múltiples, de máscaras tácticas entre los candidatos.
Trump ha superado la prueba de ácido de dos recursos de impeachment relacionados con presuntos pactos con gobiernos extranjeros para maniobrar en contra de sus adversarios presidenciables; crisis tras crisis en política interna en buena medida auspiciados por su incontinencia medial vía su twitter personal / presidencial; la desmesura de una campaña y una política anti inmigrantes; disputas comerciales con potencias mundiales; escándalos con liderazgos internacionales; desmadejamiento de su gabinete en áreas sensibles y estratégicas. ¿Qué más le depara a los electores estadounidenses esta Presidencia? ¿los demócratas construirán una candidatura capaz de ofrecer competencia a Trump? Sin embargo, por ahora, el Presidente parece imbatible.
Para el sistema estadounidense, candidaturas como la de Trump o la del propio Bernie Sanders, y ahora la que se abre paso con Bloomberg en caso de prosperar en la columna demócrata, consagran la idea de que quienes han sido apagados de la política, pueden encontrar un medio y una razón para entrar y ofrecer la sensación de que los problemas de los electores a los que sus candidaturas representan, sean realmente escuchados.
Vamos a ver el aprendizaje de su primer fracaso por la nominación demócrata el senador Sanders de 78 años, cómo el ex Vicepresidente Baden y la senadora de Massachusetts Warren remontan el imaginario creciente de que están fuera de la contienda, y sobre todo, si madura progresivamente a su favor el drenaje multimillonario de campaña de Michael Bloomberg (multimillonario y ex alcalde de la Ciudad de Nueva York), para conquistar la candidatura demócrata presidencial. Veremos si Pete Buttigieg, un candidato moderado de 38 años, mantiene su paso triunfal logrado en el caucus de Iowa al obtener el segundo lugar frente a Sanders y logra posicionarse entre demócratas que buscan y necesitan el mejor candidato para derrotar a Trump.
En un mes, los estadounidenses podrán dibujar con claridad el rostro de su candidata o candidato demócrata más favorito que aspire a ganar el 60% de los delegados restantes y con ello, la Convención Demócrata para ser nominado candidato, mientras Trump busca dar templanza a sus nervios políticos por la reelección.
Si volvemos al espejo de la historia política y del Colegio Electoral estadounidense y al duelo estratégico que impone ritmo, intensidad e incertidumbre en las contiendas, no es posible cantar ya la reelección de Trump con certeza alguna para el próximo mes de noviembre.
@pedroisnardo
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