Donald Trump, quien en unos días será oficialmente Presidente de los Estados Unidos de América, se convertirá en el primer criminal convicto (sin penalización), que en lugar de perder su trabajo, ocupará por decirlo de algún modo, uno de los mejores y más influyentes empleos de su país.
A un criminal convicto no se le permitiría la entrada en las fronteras estadounidenses y muchos de los países aliados de Estados Unidos, siguiendo su propia legislación -incluyendo México por supuesto-, no podrían recibir a una persona con antecedentes criminales y juzgado culpable y permitirle la entrada, de modo que su paso y visita dentro y fuera de Estados Unidos, sería manifiestamente ilegal e inviable.
Adicionalmente, Donald Trump ya se asume y se presume desde su campaña y en su alud mediático, como el gran deportador de migrantes, presumiendo que expulsará por lo menos a las más de 34 mil personas que se encuentran en condición de detención migratoria dentro de su país y a un cuarto de millón de personas que han sido identificadas por diversas agencias estadounidenses, seleccionadas con miras de deportación.
A su vez, Trump impulsa un conjunto de cambios a nivel mundial, con el que pretende terminar el llamado periodo histórico de globalización neoliberal.
Para simplificar las cosas, él se atribuye haber pisado y derrumbado el destino político de Trudeau en Canadá y se enfilan sus baterías en frustrar el del mandatario alemán, en una cascada de cambios políticos a nivel mundial.
El nuevo paradigma trumpiano entraña cambios políticos en el mundo occidental que rompen la confianza, eficacia y funcionalidad de las instituciones previas, porque la persona que lo conduce y moldea no tendría ni siquiera derecho de laborar en su propio país.
Será interesante ver cómo se explica esto a las casi dos millones de personas encarceladas y a todos quienes por tener cargos de felonía no pueden acceder ni siquiera a un empleo con el salario mínimo.
Ese es uno de los significados muy profundos sobre la magnitud del hecho de que vaya a tomar posesión como Presidente estadounidense Donald Trump.
Sí, después de Elon Musk, asume el mando el segundo hombre más poderoso del mundo, quien ha puesto en tela de juicio a todas las instituciones, incluso a las que le condenan por su culpabilidad en la comisión de múltiples delitos.
¿Qué harán las élites en el mundo? ¿Por qué están tan atemorizadas?
Históricamente, con todo cuidado analítico y proporción guardada, es posible que estemos ante un personaje que nos recuerda al periodo napoleónico.
Debemos preguntarnos si el temor en las élites que despierta Trump 2.0 se debe al renacimiento de la era del Napoleón del siglo XXI.
En aquéllos momentos las élites europeas no se percataron que se gestaba el poder político de un hombre que, por primera vez, obtenía sus títulos aristocráticos sin haber nacido en la cuna de la nobleza, sino por la vía y uso de las instituciones eclesiásticas y políticas de su momento, quien consiguió derrocar diversas coronas, conquistar territorios, cambiar el mapa del mundo para siempre e imponer su filosofía a diversas generaciones venideras.
Las guerras que ahí se generaron como la de 1812, el que por última vez entraran en guerra los territorios que hoy conocemos como Canadá y los que hoy denominamos como Estados Unidos: tiempos en los que los ingleses fueron expulsados de las colonias del Sur de Estados Unidos y a la vez, momentos históricos en los que colonos fueron derrotados en Canadá por los aliados de los pueblos originarios que se unieron al gobierno británico.
Estamos pues ante un momento de transformación radical a escala planetaria de la mano y el poder mediático de un personaje que no podría ser legalmente recibido como turista en diversas naciones y quien ya impulsa nuevas lógicas de poder, gobiernos, instituciones, nuevas élites y reglas del juego y del mapa del poder en el mundo.
Pedro Isnardo De la Cruz es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales y profesor en la UNAM. Publicó en 2017 Decisiones estratégicas presidenciales en EUA: El aprovechamiento de la ocasión en crisis de Seguridad nacional y Terrorismo. George W. Bush y Barack Obama (2001-2012).
Juan Carlos Barrón es Licenciado en Administración, Maestro en Estudios para el Desarrollo por la Universidad de East Anglia (Norwich, Inglaterra) y Doctor en Filosofía del Desarrollo Internacional. Actualmente es Secretario Académico del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM.